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La agresividad del presidente de EU le resultó contraproducente. Se llevó un fuerte golpe al ego cuando el presidente mexicano le canceló la cita.

El Gobierno de México no quería el pleito, pero se tuvo que calzar los guantes. El primer round acaba de terminar y no lo ganó Donald Trump. La agresividad del presidente de EU le resultó contraproducente. Se llevó un fuerte golpe al ego cuando el presidente mexicano le canceló la cita. En el territorio de las políticas públicas también salió raspado. Quedó en evidencia que no tiene resueltos los detalles de los planes que quiere implementar. En el caso del muro, no sabe cuánto costará; ni cómo se financiará.

No se puede decir que el primer round lo ganó Peña Nieto, pero es claro que no lo perdió. La decisión de cancelar la visita a 
Washington le otorgó al presidente mexicano un respaldo que hace mucho no conseguía en México. Ese respaldo le significa un tanque de oxígeno, cuando más lo necesitaba. La cancelación de la reunión con Trump fue un gancho al hígado del buleador neoyorquino. Éste quedó desconcertado. En Washington, ya no pueden dar por seguro que saben cuál será la siguiente maniobra mexicana.

El round se vivió como una pesadilla en los círculos diplomáticos de México y EU, pero no se tradujo en una carnicería en los mercados. La Bolsa mexicana registró una caída “normal”, mientras que el peso tuvo una ligera ganancia frente al dólar. Los mercados, luego de la toma de posesión de Trump, parecen haber asumido una actitud optimista. Queda por ver cuántas dosis de Valium le quedan a los inversionistas. ¿Cuándo volverán los nervios a manifestarse?

La pelea será larga y sigue siendo dispareja, pero el primer round deja algunas lecciones. Se acabó la ilusión de que Trump presidente sería más tratable para México que el Trump candidato. También queda clara su propensión patológica a mentir. Luego del tuit de cancelación de Peña Nieto, el presidente de EU se refirió al hecho, diciendo que “de mutuo acuerdo acordamos suspender la reunión”.

El 26 de enero nos dejó también una tarea: entender cómo funcionarán los impuestos que Trump piensa aplicar a México. No está claro si piensa en un impuesto de frontera (Border Tax) o en un impuesto ajustado en la frontera (Border Adjusted Tax). Tampoco sabemos si el impuesto serviría para pagar el muro de la frontera con México o para financiar el recorte generalizado de impuestos que ha prometido Donald Trump. Lo único evidente es que el equipo del presidente está descoordinado y no ha tomado una decisión.

La argumentación trumposa a favor de un “gran impuesto” para las importaciones desde México está plagada de imprecisiones. Cuando se refiere al déficit comercial de 60,000 millones de dólares, no considera que una parte significativa del comercio entre estos dos países tiene que ver con una dinámica de producción compartida. La industria automotriz es el mejor ejemplo. Entre el 2009 y el 2014, EU compró 341,000 millones de dólares en autos y autopartes a México. De esa cifra, México adquirió 136,000 millones a EU para poder producir lo que este país le compraría. El déficit de EU con México es en realidad un superávit, si consideramos el contenido estadounidense que tienen los bienes mexicanos que entran en EU.

Eso no obsta para que la idea avance. En la era de la post-truth, o verdad emocional, es más importante encontrar lo que la gente quiere oír que los hechos para soportar los argumentos. ¿Cuánto tiempo le durará el rollo de la película a Trump?

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