Elecciones 2024
Elecciones 2024

Impactante la información proporcionada por el Director General Editorial de El Economista, Luis Miguel González, en su columna Caja Fuerte del pasado viernes, en la que comentó que el costo por hacer un muro en la frontera entre México y Estados Unidos como el que pretende Donald Trump -una pared impenetrable- sería aproximado a los 50,000 millones de dólares. A eso habría que agregar los gastos derivados de la adquisición de terrenos y todo lo relativo a paliar los daños ambientales.

A pesar de lo grueso del gasto, el desarrollo técnico de la construcción es más complicado que su financiamiento, al decir del ingeniero Ali F. Rhuzkan, experto en estructuras, quien afirmó que el próximo presidente estadounidense no tiene la menor idea de que erigir un muro de concreto de 1,954 millas de longitud y 6 metros de altura, en terrenos desérticos con temperaturas de 40 grados, es varias veces más complicado que construir un edificio de 95 pisos. “Se trataría -expresó Rhuzkan- de una de las obras de ingeniería más importantes de la historia de la humanidad… sólo hay algo comparable: la muralla china”.

Las grandiosas características del muro con el que pretende aislar a su país del nuestro manifiestan la megalomanía que padece el Príncipe Güero -por no decirle pinche culero-. El doctor en filosofía por la Universidad de Harvard, Aaron James escribió un estudio psicológico sobre la distorsionada personalidad del hombre que a partir del viernes será el cuadragésimo quinto presidente del país más importante del planeta y quien tendrá a la mano el botón que puede desatar una conflagración nuclear.

El trabajo del doctor James fue publicado como libro con el título de Assholes: A Theory, traducido al español para la Editorial Malpaso por David León Gómez. Comparto con los lectores fragmentos de su texto que considero interesantes: “Todos podemos coincidir en que el de Trump es un caso terminal de los que Jean Jacques Rousseau llamaba ‘amor propio’, o, por expresarlo de un modo aproximado, de una autoestima muy agudizada. Llama la atención con el propósito de elevar su posición a los ojos de los demás, y por ello se propone demostrar sin descanso que es ‘el más grande’, ‘el mejor’, ‘el que tiene el pulso más firme’: para poder alimentar y acrecentar su estimación propia, va mucho más allá de lo que puede por derecho, y sus seguidores lo toleran, se lo perdonan sin más, con la esperanza de que, como contrapartida, traiga orden y, en consecuencia, trabajo (…) ¿Sabe dónde lo va a llevar su petulancia insaciable? ¿Es consciente por entero de los cambios irrevocables que está propiciando mientras desbarata la médula misma de la cooperación democrática?”.

Esa “petulancia insaciable” se convierte en rijosidad y majadería cuando el tema de su bravucón discurso es nuestro país. Si de México se trata, arruga el entrecejo y amenaza una y otra vez con la aniquilación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), con el cobro de agresivos impuestos y castigados aranceles para las empresas estadounidenses y de otras nacionalidades establecidas en nuestro país y que comercializan sus productos en Estados Unidos. Urge, pues, que ya tome posesión para ver si sus amenazas surten efecto o simplemente se quedan en eso. Lo que tenga que sonar que suene. A ver si como ronca, duerme.

La semana pasada, en su primera conferencia de prensa como presidente electo, el egocéntrico personaje aprovechó la oportunidad para anunciar la inmediata construcción del multicitado muro. “México -dijo el hombre anaranjado haciendo un arillo con sus pequeños dedos índice y pulgar- de alguna manera, y hay muchas, nos va a reembolsar el costo del muro”. También hizo un elogio de nuestros gobernantes: “Ojalá el gobierno aquí fuera tan listo como el mexicano. Ellos tomaron iniciativas aprovechándose de Estados Unidos, y no los culpo, lo que digo es que no debimos permitir que sucediera, y no volverá a suceder”.

De lo escrito en el párrafo anterior, quiero señalar la percepción equivocada que Trump tiene sobre los hombres que han gobernado nuestra nación. ¿Usted cree que nuestros gobernantes han sido más listos que sus homólogos estadounidenses como para sacar ventaja en los acuerdos bilaterales y en los tratados entre ambas naciones? Si es usted, como yo, un simple ciudadano de a pie, apuesto a que su respuesta es un rotundo no. De esa negativa parto para que la oscuridad que el miedo al futuro energúmeno presidente gringo genera sea rasgada por un esperanzador rayo de luz: ni nuestros gobernantes han sido más listos que los estadounidenses y cuando Trump advierte que construirá el muro y México lo pagará, está blofeando. Creo en lo que escribió el periodista Mark Singer de la revista New Yorker: “Sería profundamente injusto decir que Trump miente todo el tiempo. Jamás me atrevería a sugerir que miente cuando está dormido”.

Por su parte, el presidente Peña Nieto y su novato canciller Luis Videgaray han manifestado que México no pagará por la construcción del muro. Según mi amigo Andrés, en caso de que Trump, recurriendo al chantaje, los convenza de que lo mejor para su prestigio personal es pagar el muro, ellos argumentarán que lo más que nuestro país puede hacer, en lugar de pagarlo, es edificarlo y entonces se lo adjudicarán directamente al Grupo Higa SA de CV.