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Fitch Ratings, como ya lo dijimos, puede vivir con la andanada que le enderezó el presidente Andrés Manuel López Obrador, porque está cumpliendo con su trabajo. Los que le pagan quieren saber qué tan seguros son los destinos en los que invierten y ellos tienen la visión de que hoy Petróleos Mexicanos merece estar al borde del papel de deuda basura.

Moody’s, por el contrario, vio la ola y se subió.

Cada firma calificadora tiene sus tiempos para emitir sus análisis. Y esta semana tocó el turno de la revisión de Fitch Ratings respecto a la condición crediticia de Pemex. Y está claro que lo que ve un experto en mercados financieros puede estar muy lejos de lo que ve un político que auténticamente puede sentirse un redentor.

A Moody’s no le tocaba todavía dar resultados de un análisis detallado de cómo ven las cosas en torno a Pemex o a la misma deuda soberana mexicana, pero el fervor causado por su competidora le acercó a esta firma los micrófonos y no los desperdició.

Fue al botepronto que salió esta otra firma, la segunda de tres calificadoras junto con Standard and Poor’s que gozan de más prestigio mediático, para dar una respuesta que les dio visibilidad.

La verdad es que el fraseo de la respuesta que dio la vicepresidenta senior de Moody’s, Nymia Almeida, fue una genialidad. Respondió la pregunta insistente que le hacían los medios, no comprometió un resultado, su respuesta permitió ver con nitidez las filias y fobias de los medios que reportaron la respuesta y de paso, utilizó un poco de psicología inversa.

La directiva dijo: “Daremos el beneficio (de la duda) porque Pemex tiene diversos proyectos y parece que quieren seguir trabajando con privados, entonces hay cosas que pudieran darse en el primer semestre del año y no pensamos hacer un cambio en su calificación”.

Esta joya de declaración se ahorra la letanía presidencial, castiga a su competencia por desesperada, no revela que éste no es momento marcado en su agenda para hacer la revisión y de paso le advierte al gobierno que cualquier modificación en la calificación será producto de sus propias acciones este año.

Fitch Ratings llegó en primer lugar a la revisión drástica de la deuda de la petrolera y desde el segundo lugar Moody’s pone de facto la nota en revisión, por más que la nota vigente marque “Baa3” con perspectiva Estable.

La última vez que Moody’s publicó una revisión crediticia para la petrolera fue en noviembre del año pasado. Fue una nota crítica que, por supuesto, no mereció el enojo del entonces presidente Enrique Peña Nieto.

Eso del beneficio de la duda pone la lupa en el éxito que tenga el gobierno de López Obrador en el ahorro del gasto, la reducción de costos y las inversiones que se hagan en función de aquellos proyectos que permitan aumentar su producción de petróleo crudo y que le permitan pagar a tiempo sus vencimientos.

Porque en el beneficio de la duda, hay prácticamente unanimidad entre los analistas independientes, de la mala idea que es construir una refinería en Dos Bocas, Tabasco.

Por el gasto que implica, por el tiempo de construcción, por la nula rentabilidad y por la situación misma de emergencia financiera de Pemex.

Así que Moody’s paga por ver, calificaría las acciones de este gobierno y se daría el lujo de decir al gobierno actual algo así como: se los dije.