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Por más que el gobierno mexicano considere la aprobación del acuerdo comercial entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) como una variable interna que ayudará al crecimiento y a la estabilidad, lo cierto es que no tenemos ningún control sobre ese hecho.

Tiene un impacto directo en la estabilidad de México, pero la decisión de su visto bueno por parte de los demócratas en el Congreso estadounidense responde más a cuestiones de política interna de ellos que a alguna modificación legal mexicana en materia laboral.

Como sea, el T-MEC está en la ecuación de estabilidad económica dentro del paquete 2020. Pero lo que queda es mantener el cabildeo y, sobre todo, esperar a que los interesados en su aprobación de aquel país convenzan a los legisladores del partido opositor a Donald Trump de concederle ese triunfo.

Lo que puede generar la eventual aprobación del T-MEC en el Congreso de Estados Unidos, junto con el final del proceso legislativo en Canadá, es una señal de certidumbre. Claro, siempre estará latente la posibilidad de que le caiga mal la cena a Donald Trump y amanezca tuiteando amenazas arancelarias contra México, pero cerrar el ciclo de la renovación del viejo Tratado de Libre Comercio de América del Norte aporta certezas.

En materia práctica, el T-MEC tardará algún tiempo en dejar ver sus bondades como un acuerdo más moderno. Los tiempos de aplicación no alcanzarían para influir positivamente en el comportamiento del Producto Interno Bruto, al menos durante la primera mitad del próximo año.

El cabildeo en Estados Unidos es intenso por parte de los grupos locales que más se habrán de beneficiar del nuevo acuerdo, pero también por aquellos que entienden que dejar en el limbo la relación comercial norteamericana abre una puerta discrecional muy peligrosa para su presidente.

Escuchan a los mexicanos, sin duda. Pero los demócratas tampoco tienen mucha preocupación porque el Paquete Económico de la 4T para el 2020 se pueda cumplir gracias a la aprobación del T-MEC en Estados Unidos.

Más les preocupa a los demócratas que los granjeros estadounidenses se hayan casado con el nuevo acuerdo comercial. Si lo que les interesa es el panorama electoral, no hay voto más codiciado para un demócrata que el sufragio de los llamados rednecks de los estados agroindustriales.

Pero también las empresas de tecnología de las zonas costeras, clientes electorales habituales de los demócratas, respaldan la pronta aprobación del acuerdo. Así que incentivos tienen.

La ventana de oportunidad en el Capitolio para el T-MEC se abre en este mes de septiembre, ahora que regresaron de sus vacaciones, con énfasis en octubre, una vez que se hayan cumplido requisitos de papeleo del propio acuerdo.

Se mueve pues en Estados Unidos la posibilidad de que este año quede aprobado el T-MEC y listo para entrar en vigor en poco tiempo.

Las señales financieras que esta ratificación mandará a los mercados mexicanos serán muy buenas y de gran alivio para las finanzas públicas, aun con el descuento que ya ha aplicado el mercado a la posibilidad de ratificación.

Claro que siempre queda una posibilidad de que las cosas no salgan bien, y, si queremos identificar cuál puede ser el principal riesgo para que finalmente quede aprobado el T-MEC, le podemos poner nombre y apellido: Donald Trump.