Elecciones 2024
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Los recientes cambios en el gabinete del presidente Peña Nieto generaron el crecimiento del grupo de los posibles candidatos a “la grande” para el 2018. A los nombres de Luis Videgaray y Miguel Ángel Osorio Chong, mencionados desde comienzo del sexenio, se agregaron los de José Antonio Meade y Aurelio Nuño, nuevos secretarios de Desarrollo Social y de Educación Pública, respectivamente.

Luego de dos sexenios panistas, en lo personal tengo mucha curiosidad por ver cómo maneja el priista Peña Nieto su sucesión. Como chango viejo no aprende maroma nueva, lo más probable es que el nuevo PRI continúe con el viejo método de sus antecesores: que el presidente en el poder nombre al candidato de su partido a dedo.

Como ustedes saben, el PRI es la tercera generación de los partidos emanados de la Revolución Mexicana. La manera de nombrar sucesor fue la misma desde que se denominó Partido Nacional Revolucionario (PNR) (1928-38), con Calles como “jefe de México”. Con el general Lázaro Cárdenas, el instituto político cambió de nombre por el de Partido de la Revolución Mexicana (PRM, 1938-1946) y Cárdenas nombró al último presidente militar, el general Manuel Ávila Camacho, quien gobernó de 1940 a 1946.

A pesar de los problemas que Ávila Camacho tuvo con su hermano mayor Maximino, que a como diera lugar quería ser el sucesor de su carnal, la divina providencia vino en auxilio de don Manuel (el presidente caballero… de Colón), cuando después de un banquete de apoyo a su candidatura en la ciudad de Puebla, Maximino se sintió mal, se recluyó en su recámara y murió —se empachó con tanto mole. El sucesor de don Manuel fue su secretario de Gobernación, el licenciado Miguel Alemán Valdés.

Fue el 18 de enero de 1946, el día que con motivo de la Convención del PRM se lanzó la candidatura de Miguel Alemán a la Presidencia, cuando se le cambió el nombre al partido y surgió el PRI, partido cuyo nombre es un oxímoron: revolucionario e institucional.

La sucesión de Miguel Alemán, el historiador don Daniel Cosío Villegas, la narra así: “El general Sánchez Taboada, entonces presidente del PRI, invitó a un pequeño grupo de amigos a comer (…) Quería que en cuanto se recibiera de la Presidencia el nombre del ungido todos se pusieran a trabajar en su departamento oficial. Se acabó el almuerzo, vino el café, la copa de coñac, y la buena nueva no llegaba. Otro café, otro coñac, y ¡nada!” El general Sánchez Taboada recibió dos llamadas que le comunicaban que aún no se definía nada. “A la tercera llamada, Sánchez Taboada regresó a la mesa malhumorado por la larga espera y porque se le pintaba la situación confusa, que describió a sus invitados exclamando: “Ahora resulta que hasta el viejito de Ruiz Cortines quiere ser presidente” —“el viejito” Ruiz Cortines tenía 62 años, uno menos que los que ahora tiene Manlio Fabio Beltrones—. A la media hora, se le comunicó que don Adolfo, secretario de Gobernación del gabinete alemanista, era el bueno.

La sucesión de don Adolfo fue tortuosa, como dicen que era el presidente que usaba corbata de moñito, el último en usar sombrero y el más honrado del siglo XX.

También lo cuenta Cosío Villegas: “Lo importante del relato, son sin embargo, las consultas” que hizo el presidente Ruiz Cortines. Éste le pregunta al presidente del PRI, el general Agustín Olachea, quiénes sonaban como aspirantes a sucederlo. Olachea le dice los nombres y Ruiz Cortines va comentándolos. Ángel Carbajal “…Ése es paisano nuestro, lo queremos mucho. Lo conocemos mucho. No lo vamos a analizar porque lo queremos mucho”. Gilberto Flores Muñoz “!Ay, caray! Gallo de espolón muy duro. Muy amigo, muy trabajador”. El médico Ignacio Morones Prieto: “Ah, honesto como Juárez; como Juárez, austero, como Juárez, patriota; ¡como Juárez, sí señor”. Ernesto Uruchurtu (regente de la ciudad): “¡Qué buen presidente sería los primeros 18 años!”. Y nada más, dice Olachea sin inquietarse; el presidente le pregunta si no se habla también de López Mateos y Olachea contesta: “Está muy tierno, señor presidente”. Ruiz Cortines le dice que de todas maneras investigue si —como se dice— es protestante. Al ver que el elogio presidencial, no por disparatado menos encendido, caía en Morones Prieto (…), Olachea entendió que ése era el escogido. En una segunda entrevista, quiso informarle al presidente el resultado de la investigación sobre López Mateos, pero al pronunciar este nombre, el presidente interrumpió para decir: “Ya no siga general, ése es”.

Por cierto, fue en los meses previos al nombramiento de López Mateos como candidato del PRI cuando Abel Quezada inventó el término tapado.

En ese entonces, todavía se publicaba El Nacional, periódico propiedad del gobierno cuya fama era que no tenía lectores. Se acercó el director de dicho diario al presidente para comentarle que él ya sabía que el bueno era López Mateos y le preguntó si lo autorizaba a publicarlo. Ruiz Cortines lo pensó y le respondió: “Publíquelo, pero no se lo cuente a nadie”.

Mi intención de la columna de hoy y las que le sigan es llegar a la caballada del 2018, que como escribí al empezar este artículo, fue engordada con la incorporación de Aurelio Nuño y José Antonio Meade… Ah y también: con la de Manlio Fabio Beltrones, ¿o no?