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La transformación de Singapur es obra de Lee Kuan Yew, un hombre genial, lleno de contradicciones.

Singapur pasó, en una generación del tercer al primer mundo. En 1965 era uno de los países más pobres. Menos de 500 dólares de ingreso per cápita, sin recursos naturales y rechazado por sus vecinos. Medio siglo después, tiene un PIB per cápita similar al de Suiza, el mejor aeropuerto del mundo y la reputación de ser el país más eficiente de Asia.

La transformación de Singapur es obra de Lee Kuan Yew, un hombre genial lleno de contradicciones. Fue autoritario y pragmático. Partidario de los castigos corporales y de la educación de alto nivel para 100% de la población. Obsesionado por combatir la mediocridad, la corrupción y la disidencia política.

El padre de Singapur murió esta semana. Sus críticos enfatizan la larga y excéntrica lista de prohibiciones que instauró. En la ciudad-Estado no se permite el chicle ni el uso de pelo largo para los hombres. No existe la prensa libre ni los grafitis. Dejar sucio el excusado puede provocar un castigo corporal.

Sus numerosos admiradores destacan que el autoritarismo y la ausencia de oposición producen corrupción y subdesarrollo, en casi todo el mundo. En Singapur, sirvió para implementar un sistema económico muy eficiente; un régimen capaz de combatir la corrupción y una sociedad meritocrática, sin paralelo en el mundo.

Singapur tomó como inspiración a Israel, un país pequeño rodeado de vecinos amenazantes. Adoptó el inglés como lengua oficial y se alineó a Estados Unidos en la Guerra Fría. Empezó atrayendo inversión manufacturera en la década de los 60 y fue escalando en la cadena del valor agregado, gracias a una apuesta constante por el desarrollo del capital humano. Ahora es el mayor centro financiero del sureste asiático. Nodo logístico y productor de soluciones tecnológicas para todas las industrias, incluyendo la petrolera y la ingeniería hidráulica. Esto último, a pesar de que no tiene petróleo ni dotación natural de agua potable.

Multiplicar por 100 el PIB per cápita en medio siglo es un logro único. Erradicar la corrupción es un logro equivalente. Singapur es el país menos corrupto de Asia y el número siete del orbe, según Transparencia Internacional. La oficina del combate a la corrupción depende directamente del primer ministro y es notable por su eficiencia. Resuelve dos tercios de los casos que recibe en un mes; 90% antes de dos meses y 98% en menos de 90 días.

La erradicación de las prácticas corruptas requirió un compromiso sin ambigüedad. Empieza en el sistema educativo y abarca todos los aspectos de la vida social. Los funcionarios públicos son los mejor pagados del mundo. Los sueldos son equivalentes a los del sector privado y en los altos niveles llegan a ser de 2 o 3 millones de dólares anuales.

En este esfuerzo, el Poder Judicial es fundamental. Todos los nombramientos de este poder están sujetos a transparencia absoluta y sujetos a concursos por méritos de los candidatos. Los juicios son públicos y cada juez es evaluado públicamente considerando la forma en que lleva los casos que le fueron asignados. La calificación de cada juez también es pública.

Singapur es admirable y terrible. El riesgo es pensar que sólo es un caso exótico. La apuesta por la eficacia pasa por combatir la corrupción, desarrollar los recursos humanos y darle oportunidad a la gente según sus méritos, sin contar sus “palancas”. A Singapur le tomó medio siglo. ¿Cuánto le llevará a México?