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La semana pasada el Inegi publicó las cifras preliminares de crecimiento del PIB en México para el primer trimestre del año, confirmando una profundización de la desaceleración que se empezó a vislumbrar desde la segunda mitad del año pasado.

El PIB para el primer trimestre de este año registró un crecimiento anual de 1.3% con respecto al primer trimestre del 2018, cifra que representa una desaceleración considerable con respecto a los avances anuales de 2.5 y 1.7% observados en el tercer y cuarto trimestres del año pasado, respectivamente.

La desaceleración es aún más evidente al analizar las cifras de crecimiento ajustadas por estacionalidad con respecto al cuarto trimestre del año pasado donde la comparación arroja una contracción de 0.2 por ciento.

Dicha cifra representa una considerable desaceleración con respecto a los crecimientos de 0.6 y 0.2% observados en el tercero y cuarto trimestres del año pasado.

Al anualizar las cifras del primer trimestre de este año, tendríamos una contracción de aproximadamente 0.8% en el PIB, lo cual se compara de manera desfavorable con el crecimiento de 2.0% observado durante el 2018 y el 2017.

La debilidad en la actividad económica durante el primer trimestre del año está relacionada con varios factores, algunos exógenos y otros domésticos.

Dentro de los factores exógenos, es innegable que la economía global ha registrado una desaceleración importante a partir de la segunda mitad del año pasado y que la merma en los volúmenes de comercio internacional son especialmente dolorosos para una economía tan abierta como la de México.

Sin embargo, nuestro principal socio comercial —Estados Unidos— ha podido, hasta ahora, evadir en buena medida esta desaceleración global.

El crecimiento del PIB en Estados Unidos en los últimos dos trimestres ha mantenido un ritmo cercano a 3 por ciento. Por el lado doméstico, hay algunos factores de carácter transitorio que restaron al PIB como los bloqueos a la infraestructura ferroviaria y portuaria en Michoacán, el desabasto de gasolinas provocado por la estrategia de combate al robo de combustible y algunas huelgas en el noreste del país.

Por el lado doméstico, también es importante mencionar que la actividad económica en el primer año después de un cambio de gobierno —que en este caso también representa un cambio de régimen—, y en especial en el primer trimestre suele verse afectada negativamente por las vicisitudes propias de la transición a un nuevo gobierno.

Durante el primer trimestre del 2013, el primer año de la administración del presidente Peña Nieto, el PIB registró una fuerte desaceleración, alcanzando un crecimiento de 0.5% contra el cuarto trimestre del 2012.

Asimismo, la desaceleración se prolongó al segundo trimestre del 2013, cuando el PIB se contrajo 0.7% contra el primer trimestre.

Desafortunadamente, la economía doméstica probablemente siga experimentando una marcada debilidad en el segundo trimestre, afectada por una fuerte resaca al año poselectoral y el cambio de gobierno —en los que el gasto y los programas de inversión se han restringido de manera considerable— y una recesión en algunos sectores en específico como el de la industria energética.

Aunque es posible que el segundo trimestre muestre una dinámica un poco más favorable —ya sin la presencia de factores transitorios como las huelgas, los bloqueos y el desabasto de combustible del primer trimestre— no deberíamos esperar una mejoría importante en las cifras de crecimiento. Sin embargo, la segunda mitad del año podría mostrar una incipiente recuperación que llevaría el crecimiento del PIB para el año completo 2019 a la parte baja del intervalo esperado de crecimiento publicado por Banxico de 1.1 a 2.1 por ciento.