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El comprador se hizo de dos instituciones a las que habrá de inyectarles, de entrada, 5,200 millones de euros y se lleva dos bancos libres de pecados financieros

Justo cuando veíamos que el banco Santander y las autoridades bancarias españolas nos daban una muestra de pulcritud y transparencia en un proceso de rescate bancario, llegan los italianos a mostrarnos que las peores prácticas están vivas y gozan de cabal salud.

A principios de este mes la Junta Única de Resolución y el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (que es como el Fobaproa español) resolvió la venta urgente del Banco Popular ante la inminente quiebra de esta institución.

El modelo más sencillo es que, en nombre de la protección del ahorro, se utilicen recursos públicos para el rescate y entonces los contribuyentes paguen los errores de los banqueros que no supieron llevar su negocio. Tal como México emprendió su rescate bancario en 1995.

Pero no sucedió eso, el banco Santander tomó el riesgo de incrementar su capitalización en 7 mil millones de euros y asumir el control del Popular. Al mismo tiempo sucedió lo que debería ser de sentido común: los accionistas del banco quebrado asumían su pérdida y se iban a casa a repartirse el euro que obtuvieron como pago.

Santander no sólo incrementó su tamaño, porque la marca Popular será desechada, sino que además ganó prestigio como un grupo financiero capaz de calcular el riesgo, actuar y no esperar un beneficio de los recursos públicos de los españoles.

Y quien merece las palmas es la autoridad financiera española, que aplicó esas nuevas reglas de la Unión Europea y cuidó a sus contribuyentes por encima de los intereses de los banqueros quebrados.

El problema es que poco le duró a Europa el gusto de mostrar tal responsabilidad y modernidad. Los encargados de dar un enorme paso atrás fueron los italianos y su rescate con dinero público de los bancos Popolare di Vicenza y el Veneto Banca.

Aquí, igual que en España, aparece una institución bancaria que se quedará con los dos bancos por un euro. La diferencia abismal es que mientras Santander asume el riesgo en su totalidad, este abusivo comprador se hace de dos instituciones a las que habrán de inyectarles, de entrada, 5 mil 200 millones de euros, cantidad que puede duplicarse o triplicarse y se lleva dos bancos limpiecitos de pecados financieros.

La banca buena para el comprador, la banca mala para que lo paguen los contribuyentes. Así sucedió en nuestro país con aquel rescate de la banca.

Hoy en Italia, como entonces en México, se explica que más vale cuidar el más alto interés de la confianza y la protección del sistema financiero, antes que preocuparse por comprometer a varias generaciones a pagar el rescate.

Lo que había ocurrido en España
con Santander y el Popular nos daba un ejemplo de cómo una autoridad y un banco global pueden actuar con total responsabilidad. Pero el caso italiano nos regresa a la realidad de que desde el poder se pueden tomar las decisiones más alevosas y costosas para la población.

Ya los italianos tendrán que rendir cuentas a sus socios europeos, mientras tanto acá este caso nos recuerda que es la fecha en que seguimos pagando el rescate bancario de hace 22 años.