Elecciones 2024
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La semana pasada se publicaron algunos datos económicos que apuntan a una muy posible recesión en nuestro país. Desde el punto de vista técnico, una recesión ocurre cuando se dan dos trimestres consecutivos con crecimiento negativo.

Durante el primer trimestre de este año, el PIB registró un crecimiento anual de 1.3% con respecto al primer trimestre del 2018. Sin embargo, la comparación con respecto al trimestre inmediato anterior, es decir, el cuarto trimestre del 2018, arrojó una contracción de 0.2% con cifras desestacionalizadas. Dicha cifra representa una considerable desaceleración con respecto a los crecimientos de 0.6 y 0.2% observados en el tercer y cuarto trimestres del año pasado.

Al anualizar las cifras del primer trimestre de este año, tendríamos una contracción de aproximadamente 0.8% en el PIB, lo cual se compara de manera desfavorable con el crecimiento de 2.0% observado durante el 2017 y el 2018.

Aunque la debilidad observada en el primer trimestre fue afectada por algunos factores extraordinarios como los bloqueos a la infraestructura ferroviaria y portuaria en Michoacán, el desabasto de gasolinas provocado por la estrategia de combate al robo de combustible y algunas huelgas en el noreste del país, los indicadores más recientes de actividad económica apuntan hacia una continua debilidad.

Aunque las cifras de crecimiento preliminar del PIB del segundo trimestre no se publicarán hasta finales de julio, el comportamiento de la producción industrial y la creación de empleo de abril y mayo sugieren que la actividad económica muy probablemente se contraiga en el segundo trimestre.

La producción industrial en mayo presentó una caída de 3.3% con respecto a mayo del 2018, lo cual representa el séptimo mes consecutivo en territorio de contracción. La contracción se dio en prácticamente todos los componentes de la actividad industrial con la excepción de las manufacturas y electricidad y agua, que avanzaron apenas 0.7 y 1.6%, respectivamente.

La mayor debilidad se sigue observando en la minería (que incluye al sector petrolero, que lleva ya varios trimestres en recesión), que cayó 8.9% anual, mientras que la construcción se contrajo 9.8 por ciento.

Por otro lado, las cifras de empleo del IMSS de junio revelaron una caída de 14,244 puestos de trabajo, con lo que el número de empleos creados en la primera mitad del año alcanzó 289,301.

La contracción del PIB en la primera mitad del año se está dando en un contexto donde tanto la demanda externa como interna se han desacelerado de manera tangible. Por el lado de la demanda externa, el panorama se ha visto afectado por una desaceleración a nivel global y la incertidumbre creada por la constante amenaza de sanciones comerciales hacia México por parte de la administración Trump.

Por el lado de la demanda interna, ha habido un fuerte ajuste en el gasto público y los programas de inversión. En los años posteriores a una elección presidencial normalmente se observa una desaceleración en el gasto muy concentrada en la primera mitad del año, debido al cambio de administración, y en este caso al cambio de régimen.

Si el gasto y la inversión pública comienzan a fluir de manera productiva es muy posible que la recesión sea corta y poco profunda.

Sin embargo, la discusión más que centrarse en la existencia o no de una posible recesión técnica, debería de concentrarse en cómo generar las condiciones para incentivar la inversión, pública y privada, para estimular el crecimiento.

Eventos recientes, como la renuncia de Carlos Urzúa y su fuerte crítica a la toma de decisiones sin una evaluación fundamental de beneficios y consecuencias, son factores que no contribuyen a generar confianza. Las próximas semanas serán cruciales para la confianza, con la presentación del plan de negocios de Pemex.