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Semana a semana, el Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (SIAME), al frente del cual está el cardenal monseñor Norberto Rivera Carrera, edita el órgano informativo Desde la fe. El de esta semana, publicado el pasado domingo en su editorial titulado: “Un episcopado a la altura”, firmado por la Redacción, se refiere a la reciente visita de su santidad Francisco y, concretamente, al encuentro que tuvo con el Episcopado Mexicano en la Catedral Metropolitana, así como el mensaje que dedicó a la jerarquía católica mexicana. (Aquí transcribiré, entre dos comillas, los conceptos del editorial. Entre paréntesis, las glosas o comentarios que haré de éstos. Las frases textuales del sumo pontífice las escribiré entre una comilla y de las expresadas por él escritas entre comillas las pondré entre corchetes). Así pues, ahí vamos:

“Analizando el mensaje que su santidad pronunció en la Catedral de México, podemos ver cómo el papa advierte en los riesgos que afrontan ante el secularismo, opacidad, adormecimiento, distanciamiento, frialdad, clericalismo, autorreferencia, triunfalismo estéril y oscuridad que puede eclipsar la luz del Evangelio. Y los llama a estar alertas. El sumo pontífice tiene muy claras estas realidades, y sabe que los obispos mexicanos han sabido alentar a las católicos mexicanos para afrontarlas, y que, a su vez, éstos muestren un sentido de solidaridad espontánea y extraordinaria frente a ellos”. (Quise transcribir el párrafo completo, porque los conceptos vertidos no los dijo el papa como palabras sueltas, todos ellos fueron pronunciados dentro del concepto específico del tema y fueron auténticas llamadas de atención ante una labor pastoral que el obispo de Roma considera deficiente. No puede pasarse por alto, si del mensaje se trata, el énfasis puesto en lo siguiente: ‘Reclínense pues, con delicadeza y respeto, sobre el alma profunda de su gente, desciendan con atención y descifren su misterioso rostro’. (…) ‘Naturalmente, por todo esto se necesita una mirada capaz de reflejar la ternura de Dios. Sean por lo tanto obispos de mirada limpia, de alma transparente, de rostro luminoso. No le tengan miedo a la transparencia. La Iglesia no necesita la oscuridad para trabajar. Vigilen para que sus miradas no se cubran de las penumbras de la mundanidad; no se dejen corromper por el materialismo trivial, ni por las ilusiones seductoras de los acuerdos debajo de la mesa; no pongan su confianza en los {carros y caballos} de los faraones actuales, porque nuestra fuerza es {la columna de fuego} que rompe dividiendo en dos las marejadas del mar, sin hacer grande rumor’).

Continúo con la transcripción del editorial, el cual no considera ni una sola vez la infalibilidad papal: “Fue la frase ‘Pelear entre hombres’, la que repercutió entre los comunicadores —empujados más por el histrionismo mediático que por el profundo significado de las palabras— como de un fuerte regaño a los pastores”. (Ahora resulta que no hubo tal regaño sino una exageración de los medios de comunicación con miras a vender más diarios, ser más escuchados y/o vistos. De verdad que la colección de eufemismos que manejan los autores del escrito al que hago alusión es enorme. Además, todo lo dejan constreñido a la frase ‘Pelear entre hombres’, enunciado que forma parte de un bien articulado consejo de Francisco que aquí está; ‘La misión es vasta y llevarla adelante requiere múltiples caminos. Y, con más viva insistencia, los exhorto a conservar la comunión y la unidad entre ustedes. Esto es esencial, hermanos, esto no está en el texto pero me sale ahora: si tienen que pelearse, peléense, si tienen que decirse cosas, que se las digan, pero como hombres, en la cara y como hombres de Dios, que después van a rezar juntos, a discernir juntos y, si se pasaron de la raya, a pedirse perdón, pero mantengan la unidad del cuerpo episcopal’. (Cualquier lector se percató de que las palabras del santo padre no sólo son pelearse entre hombres, como apuntan los redactores del editorial. El sumo pontífice invita a hacerlo de manera digna, sólo cuando sea irremediable, y con un sentido cristiano del perdón y la tolerancia. Dos ideas que merecían un comentario en el editorial se les pasaron de noche: ‘Les ruego no caer en la paralización de dar viejas respuestas a las nuevas demandas. Vuestro pasado es un pozo de riquezas donde excavar, que puede inspirar el presente e iluminar el futuro’ (…) ‘No se necesitan príncipes sino una comunidad de testigos del Señor’.

Los redactores del escrito publicado en Desde la fe concluyen: “El episcopado está unido y dispuesto a hacer frente a los retos que su santidad les ha puesto enfrente (sic). Lamentablemente existe la mano de la discordia que intentó poner los acentos negativos, parcializando la visión de la Iglesia y tratando de influir en el discurso pontificio para conseguir un efecto contrario en el público, al subrayar desafíos y tentaciones como males del episcopado” (y eso que no quiso tocar el tema de los curas pederastas y sus protectores). (…) “¿O será que las palabras improvisadas del santo padre responderían a un mal consejo de alguien cercano a él?” ( Ven cómo sí murmuran unos de otros y no se enfrentan como hombres de Dios. El editorial termina con una pregunta que me atrevo a contestar: “¿Quién mal aconsejó al papa?” (Yo creo que El Espíritu Santo).