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Durante los últimos tres meses el dólar estadounidense ha marcado una continua y pronunciada tendencia de apreciación contra la mayoría de las monedas del resto del mundo, incluyendo al peso mexicano, que se ha depreciado a su nivel más débil de los últimos dos años y medio. La fortaleza del dólar es atribuible en gran medida a dos factores: i) la divergencia en las trayectorias de crecimiento para la economía estadounidense y el resto del mundo; y ii) la creciente diferencia entre las posturas monetarias de la Reserva Federal y las del resto de los principales bancos centrales.

Mientras que la economía de Estados Unidos está experimentando su crecimiento más acelerado en la pos-crisis, con el PIB creciendo a una tasa anualizada superior a 4 por ciento durante los últimos seis meses, el resto del mundo está en desaceleración.

En el mundo desarrollado, la zona euro coquetea con su tercera recesión en cinco años, y Japón está oficialmente en recesión. En el mundo emergente China ha disminuido su ritmo de crecimiento de manera notable -de un promedio de 8.9 por ciento en los últimos cinco años a 7.3 por ciento en el último trimestre-, afectando a otras economías emergentes dependientes en buena medida de la producción y exportación de materias primas a China, como Brasil. Otras regiones emergentes como Europa del este están sufriendo por el estancamiento de la eurozona e inclusive otras economías emergentes cuyo ciclo está más eslabonado a Estados Unidos -como México- han experimentado un ritmo de crecimiento por debajo de su potencial.

Estas divergencias en las trayectorias de crecimiento han provocado una gran diferencia en el estatus de las políticas monetarias. Mientras la Fed ha concluido su programa de inyecciones de liquidez y se prepara para comenzar a subir las tasas de interés en el 2015, el Banco Central Europeo (BCE), el Banco de Japón (BoJ) y el Banco Popular de China están ampliando sus respectivos programas de inyecciones de liquidez y se encuentran lejos de pensar en un alza en las tasas de referencia.

En el caso de México, el peso se ha depreciado aproximadamente 4 por ciento en los últimos tres meses, pasando de niveles de 13 a 13.72. Sin embargo, esta depreciación es mucho menor a la experimentada por otras monedas emergentes como el rublo ruso (25 por ciento), el real brasileño (12 por ciento), el peso colombiano (12 por ciento) y el won coreano (9 por ciento).

Aunque México es vulnerable a una salida desordenada de flujos y el peso podría depreciarse aún más, nuestro país está en una situación más favorable que la mayoría de las economías emergentes por los siguientes factores diferenciadores: i) una mejor situación de la balanza en cuenta corriente; ii) un menor nivel de endeudamiento, tanto del sector público como del sector privado; iii) un perfil de vencimientos de su deuda pública muy favorable y una menor dependencia del financiamiento externo; iv) un sistema financiero bien capitalizado y principalmente fondeado por los depósitos de los ahorradores domésticos, es decir que no depende de financiamientos del mercado externo; v) un ciclo económico fuertemente ligado a la única economía desarrollada en expansión (Estados Unidos); y vi) un banco central que cuenta con espacio suficiente para subir tasas de interés, en sincronización con la Fed o inclusive de manera más agresiva, desde un nivel mínimo histórico que está muy por debajo de las tasas de referencia en otros mercados emergentes.

Esta situación, aunada a un incremento en la Inversión Extranjera Directa durante la segunda mitad del 2015, podría contribuir a que la cotización del dólar vuelva a acercarse a los 13 pesos hacia finales del 2015.