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Por el momento, OHL tiene la concesión del Viaducto Bicentenario por 30 años, hasta el 2038. No la merece, ¿por qué no quitársela?

¿Debe retirarse la concesión del Viaducto Bicentenario a OHL? En ese asunto, algo está podrido. Los audios valdrían poco si la realidad dijera otra cosa. Los hechos son contundentes: las ineficiencias de OHL fueron compensadas con trato privilegiado. Las obras del viaducto tuvieron un sobrecosto cercano a 5,000 millones. ¿Para qué preocuparse? Entre el 2008 y el 2015, la concesionaria OHL tuvo permiso para hacer incrementos de 250% en el peaje, siete veces más que la inflación de ese periodo, nos dice Ana Lucía Hernández, en un trabajo difundido por Primero Noticias.

No tendríamos derecho a sospechar, si no estuviera el audio. No hay lugar para el beneficio de la duda. Los diálogos nos ofrecen evidencias contundentes. “La constructora es la que salió forrada”, le dice Jesús Campos, director técnico de OHL, a Pablo Wallentin, delegado de la misma empresa. Campos habla casi teatralmente, como si supiera que habla para una audiencia más amplia: “El origen de todo este desmadre está en la construcción. De 4,000 subió a 9,000”. El señor Campos tiene, además, la claridad de un catedrático cuando se pone a explicar: “El tráfico de origen también lo inventamos”. ¿Quién dijo que sólo Enron sabe hacer contabilidad creativa?

La respuesta de las autoridades no corresponde a la gravedad de los hechos develados. Imposible soslayar que el funcionario que firma la concesión en mayo del 2008 es Gerardo Ruiz Esparza, quien entonces era secretario de Comunicaciones en el Estado de México y ahora es secretario de Comunicaciones y Transportes en el gobierno federal.

Gravedad de los hechos, sí. Hay una descripción detallada de una estrategia diseñada para esquilmar al gobierno y a los consumidores. Es el sobrecosto, más el abuso en el costo del peaje. Ahora tenemos una idea más clara de por qué pagamos unas tarifas de peaje que están entre las más altas del mundo. “Nos convenía hacerlo para cobrar en la construcción”, dice Pablo Wallentin, el funcionario que renunció el lunes para no entorpecer en la investigación. Ya renunció. Hay que evitar que desaparezca. Su forma de preguntar y sus comentarios nos ayudan a entender el contexto y a sentir el aroma: “La mierdota que estamos haciendo es que una obra que iba a costar 4,000 está costando 9,000 millones”, le dice a José Luis Muñoz, director de Planeación Financiera de OHL. Este ejecutivo contesta: “Ésta costó 7,200 y con preoperativos nos fuimos a 10,100”. Wallentin tiene un vocabulario exquisito: “30% es el margen que se chingó la constructora… Todo el negocio se lo lleva cabronamente la constructora”.

En el diálogo, Muñoz y Wallentin reconocen que OHL es ineficiente en costos de construcción: “Nuestros costos son altísimos… ¿por los sueldos de los españoles?”, pregunta Wallentin, un hombre que proyecta un entusiasmo adolescente, cuando escucha la alquimia que convierte la ineficiencia en una mina de oro. Al operar la autopista, a OHL no le importa el sobrecosto porque se repone con los peajes. ¿Qué papel juega la autoridad en el diálogo? Hay una frase que llama la atención: “En casa, creen que el gobierno es nuestro empleado”, dice Wallentin. Son muchas cosas y hay que digerirlas. Por el momento, OHL tiene la concesión del Viaducto Bicentenario por 30 años, hasta el 2038. No la merece, ¿por qué no quitársela? Otra cosa: ¿qué hacemos con los funcionarios involucrados?