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En una conversación entre el crítico de arte John Berger y Sebastiao Salgado sobre el trabajo del fotógrafo y su visión ante la desgracia y el dolor, el inglés decía que si aceptábamos lo que vemos en las imágenes, nos podíamos encontrar de frente con lo trágico, es decir, que la gente tendría que aceptarlo y protestar con ello. Aunque eso no cambie nada.

Las fotografías de actos dolorosos e inhumanos nos transmiten, en la mayoría de las veces, la paradoja de querer actuar y la impotencia por no poder hacerlo.

Entonces el trabajo de fotógrafos que deciden escabullirse en temas conflictivos y en realidades desoladoras nos aproximan al dolor de quien aparece allí, con sus cuerpos desdeñados, heridos y en algunas ocasiones ya muertos.

También nos sirven para identificarnos los unos con los otros, con el mismo tipo de problemáticas, pero con otros idiomas y en territorios distantes.

Como el maltrato a la mujer, la violencia de género, los feminicidios y la cultura arcaica que muchos países continúan sosteniendo, se duplica en todo el mundo. A pesar de los avances tecnológicos y en material de derechos, las mujeres seguimos enfrentándonos a la visión machista de colocarnos en el lado de las débiles e incapaces de desarrollarnos de manera independiente.

Antes de observar a detalle la fotografía de hoy, y el trabajo de la fotógrafa Valeria Sinis, quisiera asimilar que la violencia a la que las mujeres mexicanas nos enfrentamos es más que preocupante.

El día de ayer el diario El País publicó unas cifras alarmantes sobre el aumento de las llamadas de emergencia solicitando ayuda por parte de mujeres que se han enfrentado a situaciones de violencia en sus casas.

De este año 2021, en el que apenas llevamos tres meses y recién iniciamos el cuarto, se han registrado alrededor de 38,316 llamadas pidiendo ayuda frente a la violencia que viven en sus casas.

Para que pueda imaginar la cantidad de mujeres tomando el teléfono de manera desesperada y con el miedo corriendo por sus venas marcando el 911, recree más de la mitad del Estado Olímpico Universitario ocupado o todo un Foro Sol lleno y con 12,316 mujeres allí afuera exasperadas por recibir ayuda.

Nuestra realidad es escalofriante, y más con los últimos casos que hemos vivido de manera directa o indirecta en las últimas semanas. Aunque también están los datos duros, que determinan que solo entre enero y febrero ha habido 447 mujeres asesinadas y solo 142 de ellas fueron catalogadas como víctimas de feminicidio.

Pareciera que tenemos todas las de perder a donde vayamos. La certeza de avanzar se cae en pedazos cuando continuamos enterándonos de casos de violencia en cualquier país considerados de primer mundo.

Entonces vayamos a la foto de Valentina, un trabajo que realizó el año pasado y con el que ya comienza a sumar premios y reconocimientos.

A quien vemos es a una mujer llamada Amina de 47 años que se encuentra en el Centro de Quemaduras y Cirugía Plástica de Sulaymaniyah en Kudistán, Irak. Ella como muchas otras mujeres han optado por la autoinmolación para poder huir “con vida” de la violencia doméstica a la que se enfrentan día con día.

Mujeres kurdas iraquíes deciden prenderse fuego, como una forma extrema para escapar y quizá como la única vía de sobrevivir. Claro también han muerto miles de niñas y mujeres por autoinmolación.

Al final no todas tienen la misma suerte, si es que se le puede llamar así, a vivir con las pieles destruidas y sus rostros desfigurados, pero sin ellos.

Valentina se acercó a todas esas mujeres y realizó un trabajo conmovedor y crudo de la vida de otras mujeres que también viven un infierno en sus hogares. Se ganó la confianza de ellas y sus familias, fue recibida en sus casas, incluso con algunas llegó tanto a involucrarse que ayudó con la curación de sus heridas.

Su proyecto Broken Princess se expondrá en julio en Nueva York y ella sabe perfecto que podrá contar la historia de estas mujeres para que sean escuchadas, y no como víctimas de la violencia sino como mujeres que defienden su dignidad y luchan por reconstruir sus vidas.

Un retrato que simula la terrible incapacidad de moverse, y de ser ella misma, pero que bajo esas vendas sucias y ensangrentadas está otra piel más dura y resistente ante el machismo arcaico en el que viven.

Habrá quien diga que México no llega a tanto, pero los números van en aumento y conocemos más nombres de mujeres que han muerto a causa de una violencia desaforada.

Estoy segura que hay muchas mujeres fotoperiodistas mexicanas que están cercanas a esas historias y que en algún momento veremos lo que hay y hubo detrás de mujeres como Wendy, Victorio, Karla, Ivonne o Maricela.

La filósofa francesa Simone Weil, decía que las fotografías solo pueden ayudar de dos maneras a los afligidos. Una es encontrando la historia que exprese la verdad de su aflicción y la segunda es atravesando la corteza de las circunstancias externas para encontrar las palabras que den resonancia al grito que siempre es inaudible: ¿por qué me lastiman?.

Protestemos por las mujeres violentadas - screen-shot-2021-04-05-at-195708
Mujeres kurdas iraquíes deciden prenderse fuego, como una forma extrema para escapar y quizá como la única vía de sobrevivir Foto: Valentina Sinis

Foto: Valentina Sinis