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Necesitamos Estado de Derecho y castigos a las prácticas monopólicas. También hace falta premiar la excelencia empresarial y ponerla a la par de las artes y la política.

En 1979, Fidel Velázquez recibió la Medalla Belisario Dominguez, máxima condecoración que otorga el Senado de la República. Esta distinción recayó en el 2015 en el empresario Alberto Baillères. El reconocimiento desató polémica. Por primera vez en los 61 años de historia de este reconocimiento, hubo oposición.

“Es un empresario responsable, que ha hecho crecer empresas y generado empleos de calidad”, dijo el presidente de la Comisión Belisario Domínguez, Roberto Albores. A favor votaron 68. En contra, fueron 13 que se expresaron. “No estoy en contra de Baillères, sino de la designación de un empresario, cuando en el país las grandes mayorías sufren pobreza”, dijo Manuel Bartlett, del PT. “Qué manera de degradar al Senado… está claro que lo único que cuenta es la lana”, dijo la morenista Layda Sansores. “No son tiempos de premiar a un empresario”, dijo Miguel Barbosa.

¿Cuál sería el tiempo ideal para premiar a un empresario en México? Barbosa no lo dijo. El Senado sólo ha reconocido dos hombres de empresa en seis décadas, el otro es Gilberto Borja, uno de los fundadores de ICA. Eso fue en el 2005. Si se mantiene este ritmo, el próximo será en el 2025. Cabe destacar que el Belisario ha sido casi tan “duro” con las mujeres como con los empresarios. Sólo seis mujeres han recibido la medalla, la última hace más de 10 años.

No sé si hay fobia a los hombres y mujeres de negocios. Lo que sí reflejan los argumentos senatoriales es un desconocimiento del papel de estos agentes económicos: en México, no habría menos pobres, si tuviéramos menos empresarios. La experiencia internacional indica lo contrario.

El Senado no se degrada premiando a uno de los empresarios más exitosos de México, sino sirviendo de caja de resonancia a argumentos más dignos de un concurso de oratoria de educación básica. Alberto Baillères no tiene una trayectoria exenta de contradicciones, pero puestos en la balanza, los aspectos positivos de este hombre son abrumadoramente superiores a los negativos. Su historia empresarial refleja con excelencia las últimas seis décadas de historia económica de México. Sus empresas han sido protagonistas: Peñoles, GNP, Palacio de Hierro, ITAM y ahora Petrobal. Crear empleos en este país es muy complicado. Las empresas de don Alberto sostienen más de 150,000 puestos de trabajo. El ITAM se ha consolidado como una de las mejores universidades de América Latina, especializada en disciplinas relacionadas con la Economía y la Administración de Empresas.

Con hipocresía, los integrantes de la bancada de izquierda se refirieron despectivamente al Palacio de Hierro, empresa emblemática de Baillères. Digo hipocresía porque me consta que algunos de ellos compran en esa tienda. No sé si tengan aspiraciones, buen gusto o sucumban a la publicidad, por ahí están. Palacio de Hierro es una poderosa marca en el mercado de lujo. Tan buena en su negocio, como algunas de las mejores del mundo.

No se trata de adorar el becerro de oro, sino reconocer que México necesita promover más intensamente la actividad empresarial. Necesitamos desregulación; Estado de Derecho; acceso efectivo al financiamiento y castigos a las prácticas monopólicas. También hace falta premiar la excelencia empresarial y ponerla a la par de la excelencia en las artes y la política. No es más, pero tampoco menos.

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