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Estados Unidos tiene un presidente populista, pero no uno que sea capaz de dejar de recaudar impuestos, o hasta destinar subsidios, con tal de mantener estables los precios de las gasolinas en caso de que esta turbulencia actual, con epicentro en Arabia Saudita, alcance los precios de esos hidrocarburos.

Si el conflicto desatado el fin de semana escalara, con el ataque a las instalaciones petroleras del reino saudí, podría haber consecuencias para los consumidores estadounidenses que tendrían que desembolsar más dólares para llenar los tanques de sus autos.

Si los precios de las gasolinas llegaran a subir lo suficiente para convertirse en un problema inflacionario, necesariamente la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) tendría que tomar cartas en el asunto.

El escenario no es nada alentador, porque la economía mundial muestra señales de debilidad, y un aumento en las presiones inflacionarias derivado de esta tensión geopolítica podría llevar a la nada afortunada combinación de inflación con recesión.

Esto debe ser un dolor de cabeza para los que toman decisiones de política monetaria. En especial para los que hoy mismo se reúnen en Washington, en el seno del Comité de Mercado Abierto de la Fed, y que este mismo miércoles deben dar a conocer una decisión de política monetaria.

Donald Trump, el presidente estadounidense, los tunde a golpes en su cuenta de Twitter para que bajen las tasas de interés hasta cero. Es más, envidia a los países que pagan por prestar dinero, como ocurre en algunas economías europeas.

Pero, al mismo tiempo, esos presionados banqueros centrales leen en la misma cuenta de Twitter de su presidente las amenazas a Irán, al que Trump señala como el responsable de los ataques con drones a Arabia Saudita y dice que están cargados y listos para responder.

Entonces, el banco central estadounidense no puede descontar de su análisis sobre las condiciones futuras de la economía estadounidense la posibilidad de que los precios de los combustibles se disparen y generen presiones inflacionarias hoy inexistentes.

No hay duda de que los banqueros que se reúnen a decidir la política monetaria de Estados Unidos tienen toda clase de herramientas para pronosticar los equilibrios entre el crecimiento y la inflación. Pero definitivamente no tienen una bola de cristal. Por lo tanto, lo que pesa es la evidencia de que las instalaciones petroleras saudíes son vulnerables y su fragilidad tiene impacto global.

El camino marcado por la Fed hasta antes de este fin de semana era de recetar mayores bajas al costo del dinero, ante la ausencia de presiones inflacionarias y con la intención de cumplir con su otro mandato de tener niveles de pleno empleo.

La pregunta es si, con tan pocos días transcurridos desde el ataque de drones con bombas, pero con efectos tan profundos vistos en los mercados, la Reserva Federal se podría tomar una pausa en su ruta de bajas al costo del dólar.

O si bien mantiene el camino de baja, pero anota un corchete de advertencia sobre futuras decisiones de política monetaria ante los hechos recientes.

Suena poco probable que la Fed no tome en cuenta este episodio en sus consideraciones y haga como si no pasara nada. Pero eso lo sabremos este mismo día.