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El Informe Mundial de la Felicidad coloca a México en el lugar 14 del mundo, un escalón arriba de EU y también por encima de Gran Bretaña, Alemania y Francia.

Hay tres tipos de rankings. Los que nos deprimen; los que nos alegran y los que nos desconciertan. El World Happiness Report 2015 pertenece a la tercera categoría. Ahí México aparece como el país número 14 del mundo por la felicidad de sus habitantes.

¿Es usted, compatriota mexicano, feliz, feliz, FELIZ? Quizá debería estarlo, porque México es uno de los países más felices del planeta. Se encuentra arriba de Estados Unidos, que ocupa el sitio número 15; Gran Bretaña (21) Alemania (26) y Francia (29).

Lo desconcertante del ranking de felicidad es que superamos por amplio margen a países que registran mayor desarrollo económico y que califican más alto en los rankings de desarrollo humano. Somos más felices que los habitantes de los países a los que admiramos. A los que quisiéramos parecernos. En América Latina, sólo Costa Rica califica más alto que México.

¿Cómo explicarlo? La felicidad es uno de los grandes misterios. El informe emplea encuestas de una casa reconocida, Gallup, y el trabajo de algunos de los mayores expertos sobre la felicidad. Se trata de un tema relativamente nuevo de estudio en las principales universidades del mundo. Saben que la felicidad tiene un componente subjetivo, que se expresa en las respuestas a cuestionarios. Generan un contrapeso a esa subjetividad a través de información estadística que es comparable entre diferentes países.

Entre las variables que consideran están: ingreso económico; expectativa de vida de años saludables; disponibilidad de apoyo social; generosidad de la población; percepción de corrupción y percepción de sus propias libertades personales.

Le confieso, amable lector, que no consigo aplacar mi desconcierto: los mexicanos califican muy alto en términos de felicidad, a pesar del malestar que expresan en diferentes encuestas sobre el rumbo económico; la percepción de corrupción generalizada y el impacto que la violencia ha tenido en algunas libertades, por ejemplo, de desplazamiento o movilidad.

Quizá la respuesta se encuentra en la diferencia entre la realidad y las expectativas. Los mexicanos son más felices que los franceses o los alemanes porque tienen menores expectativas, exigen menos: “No es feliz quien tiene lo que quiere, sino el que quiere lo que tiene”, dice una frase de libros de autoayuda. De manera más sofisticada expresan esa idea expertos en felicidad y en los procesos mentales, como Daniel Gilbert, de Harvard, o el israelí Daniel Kahneman.

El informe mundial de la felicidad está muy relacionado con el programa de desarrollo sustentable de la ONU. Parte del reconocimiento de que los indicadores económicos no bastan para explicar el progreso humano. De acuerdo con John Helliwell, se trata de “llamar la atención sobre la importancia de los factores sociales: las normas y las redes que conectan a las personas”. Helliwell es profesor emérito de la Universidad de Columbia Británica y uno de los autores del informe.

Las normas y redes que conectan a las personas… ahí están las claves de la felicidad mexicana. Las crisis económicas; la epidemia de violencia y la mediocridad de nuestra clase gobernante no han logrado borrar un componente indeleble de la identidad nacional: la facilidad para conectarse. El pretexto puede ser el futbol, la música, la religión, las alegrías o las tragedias. La felicidad de México está en las redes. No hablo de Twitter y Facebook. Es la familia, los amigos y mucho más.

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