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Hay quien se sintió tranquilo porque el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, no mencionó el Tratado (trilateral) de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en su videomensaje del lunes por la noche.

Para darle más señales, fue en ese mensaje donde Trump anunció la salida de su país el primer día de su mandato del Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica (TPP, por su sigla en inglés), porque lo considera un desastre potencial para Estados Unidos.

En ese mismo video, anunció la liberación de restricciones a la generación de energías poco limpias como el carbono, que fueron limitadas por su impacto en el cambio climático. Pero como Trump no cree en esta condición del planeta, regresa a los tiempos del pasado energético.

Es verdad que en ninguna parte de su discurso menciona con sus letras al Tratado de Libre Comercio de América del Norte, en buena medida porque ya en días anteriores había dejado en claro que el primer día de su gobierno iniciaría su renegociación y 200 días después, de no conseguir lo que quiere, anunciaría su salida.

Queda claro que el 21 de enero será dedicado a temas comerciales por parte de este personaje.

Pero la realidad es que en este video del lunes pasado, Donald Trump dejó una pista que parece importante para entender hacia donde quiere llevar la relación comercial con México.

Dijo que buscará negociar acuerdos bilaterales de comercio que resulten convenientes para su país.

Evidentemente, es lógico pensar que si no quiere el TPP buscaría negociaciones directas, por ejemplo, con Japón país que, por cierto, rápidamente se apuró a respaldar la muerte del acuerdo del Pacífico tras el anuncio de Trump.

La renuncia de Estados Unidos deja el campo abierto para que China se apodere comercialmente de la región del Pacífico, algo a lo que Japón evidentemente se opondría a través de un acercamiento directo, uno a uno, con Estados Unidos.

Pero esa fórmula de un acuerdo bilateral que le convenga a Estados Unidos es lo que la administración de Donald Trump podría buscar para México.

Está claro que el republicano no tiene pleito con los canadienses, es perfectamente nítido que no le molestan los inmigrantes del país vecino del norte y seguro no se opone a una integración con aquellos pocos ciudadanos canadienses que tanto se parecen a los estadounidenses.

Para ellos, el libre comercio, para México algo limitado a los sectores que le convengan.

Por eso, el TLCAN podría dar paso a un acuerdo bilateral de libre comercio entre México y Estados Unidos que tenga alcances limitados en áreas industriales y agrícolas sensibles para ese país y que pueda incluso ser más extenso en áreas desconocidas como el comercio electrónico.

Esa puede ser la salida que esté soñando Donald Trump para frenar las importaciones mexicanas. Con la amenaza siempre presente de que si el gobierno mexicano no acepta las condiciones de la Casa Blanca, siempre quedará agosto del 2017 como la fecha advertida para anunciar la salida de Estados Unidos del TLCAN.