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A finales de la semana pasada se publicaron los datos preliminares de crecimiento del PIB en Estados Unidos para el primer trimestre de este año.

El PIB durante el primer trimestre registró un crecimiento trimestral anualizado de 3.2% con respecto al cuarto trimestre el año pasado (medido con cifras desestacionalizadas). La cifra superó ampliamente al consenso de expectativas de mercado que se ubicaba en 2.3 por ciento.

Asimismo, la cifra sugiere que el crecimiento pudo ser superior a 4% sin el impacto negativo de factores como: i) el cierre parcial del gobierno federal que duró 35 días (del 22 de diciembre del 2018 al 25 de enero de este año) y que restó un tercio de punto al crecimiento durante el primer trimestre; y ii) la tradicional debilidad que desde el 2007 aqueja a las cifras de crecimiento del PIB del primer trimestre de cada año que se ha presentado de manera consistente y ha sido seguida por crecimientos más robustos en el segundo y tercer trimestre, cerrando el año con un cuarto trimestre de crecimiento más moderado.

Aunque la cifra de crecimiento del PIB del recién concluido primer trimestre sorprendió a propios y a extraños por su aparente fortaleza, desafiando todos los pronósticos de desaceleración, un análisis más profundo de los principales componentes de los datos del PIB arrojan un panorama mucho menos alentador.

En primer lugar, el crecimiento se vio favorecido por una importante caída en las importaciones, lo cual contribuyó a un fuerte crecimiento de las exportaciones netas (es decir, las exportaciones menos las importaciones). Sin embargo, este aumento en las exportaciones netas, que participó con un punto porcentual al crecimiento, se debió en buena medida a una fuerte caída en las importaciones, ya que muchos importadores anticiparon sus compras de bienes provenientes de China durante el último trimestre del año pasado ante la amenaza de un incremento en aranceles a partir del 1 de enero.

En segundo lugar, el crecimiento también se vio favorecido por un fuerte aumento en la acumulación inventarios que contribuyó 0.7 puntos porcentuales al crecimiento. Eliminando estos dos factores extraordinarios, el crecimiento del PIB hubiera sido cercano a 1.5%, por debajo de los estimados del mercado que no lograron incorporar de manera adecuada estos dos fenómenos transitorios.

En tercer lugar, el consumo privado (que es el principal componente del PIB y su motor más importante) mostró una fuerte desaceleración, avanzando apenas 1.2 por ciento. Al desagregar el consumo privado, hay factores adicionales de preocupación como una caída anualizada de 0.7% en el consumo en bienes, que incluye una estrepitosa caída de 5.3% en el gasto en bienes duraderos.

Finalmente, el deflactor de precios del PIB presentó un crecimiento de apenas 0.9%, su nivel más bajo desde el primer trimestre del 2016, pero con la gran diferencia de que los precios de las gasolinas hoy en día son casi 60% más altos que durante el primer trimestre del 2016.

Los datos de inflación publicados a principios de esta semana también sorprendieron a la baja. El deflactor de precios subyacente (conocido como core PCE), que es la medida de inflación más seguida por la Fed, se ubicó en 1.6%, considerablemente por debajo del objetivo de 2.0% de la Fed, nivel persistente hasta hace tres meses.

La debilidad en el consumo y la inflación, son señales que revelan un trimestre mucho más débil de lo que el dato de crecimiento del PIB a nivel encabezado aparenta. Si esta desaceleración persiste y la inflación sigue sorprendiendo a la baja, lo más probable es que la Fed se vea obligada a mantener las tasas sin cambio o inclusive realizar un recorte en la segunda mitad del año.