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Ya no es noticia que los analistas del sector privado vuelvan a bajar sus expectativas de crecimiento económico.Como sea, lo han hecho así desde hace casi tres años de forma ininterrumpida.

Tampoco es novedad que a los ojos de los analistas que mensualmente consulta el Banco de México el principal lastre para crecer sean los problemas de inseguridad pública.Así lo han considerado durante muchos años y, lejos de disminuir el riesgo, se mantiene en el primer lugar de las preocupaciones.

Lo que ahora aparece como una novedad dentro de los temores de los expertos en economía, tanto mexicanos como extranjeros, es que la plataforma de producción petrolera disminuye hasta el punto de ser un peligro para el crecimiento.

Esta respuesta ahora es la segunda angustia, tras la inseguridad, en esa sección de libre expresión de los temores de los analistas privados.

Porque no sólo es el precio de exportación, que también está en la lista de los factores que podrían entorpecer el crecimiento, es la cantidad de hidrocarburos que este país tiene la capacidad de encontrar, extraer, procesar y exportar.

No es una descalificación a la reforma energética, esa interpretación es simplona y hasta mal intencionada.Es, en todo caso, un reclamo a lo tarde que le llegó a México este cambio estructural.

Las reglas del juego de esta encuesta son dar cuenta de lo que hoy ven como problemas para crecer, no es una prospección de los años por venir.No en esta parte del interrogatorio, eso se incluye en sus pronósticos de crecimiento e inflación.

Petróleos Mexicanos es hoy una empresa pública, con opción a las inversiones extranjeras y a la libertad de gestión.Pero sigue con su enorme pasivo laboral y la pesadísima bota fiscal en el cuello.

Todo esto se ha sumado a la negligencia y la corrupción que ha padecido en tantos años esta empresa y la factura se vive hoy con esa caída drástica en la capacidad de producir.

Pemex se durmió en su sueño de administrar la abundancia de la Sonda de Campeche y se dejó caer en el colchón de dólares que producía, hasta que se acabó.

La suerte fiscal de México estará comprometida mientras no empiecen los resultados de la reforma energética, a la vuelta de al menos un lustro, y mientras no se entienda la emergencia de la coyuntura para hacer una reforma hacendaria que deje de una vez por todas de mantener la dependencia de los ingresos petroleros.

Lo malo de los cambios en México es que son mucho más graduales y pausados que la realidad.

Ahí está la inseguridad, por ejemplo.El Estado en su conjunto entiende que es la preocupación número uno de analistas, empresarios, ciudadanos y cualquier persona de bien, y la realidad es que no hay mejora.

El tema sigue en el número uno en la encuesta del banco central y estamos en la fase en que la delincuencia derriba helicópteros y provoca decenas de hechos violentos simultáneos como para mostrar músculo.

Y que conste que la lucha contra el crimen organizado lleva varios años y al menos dos gobiernos de partidos políticos diferentes.