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Ensoberbecidos, así deben estar los funcionarios de la Secretaría de Hacienda que hoy pueden hasta regañar a los analistas privados que hace apenas seis meses no creyeron posible que la economía mexicana pudiera esperar un crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) para este año de 3 por ciento.

Llamó la atención que hasta el Banco de México fuera particularmente insistente durante la presentación de su informe trimestral en hacer notar que corregían al alza su estimación de crecimiento para alinearse con las expectativas oficiales de ese 3 por ciento.

Como sea, es un hecho que la economía mexicana apunta a tener ese buen desempeño durante este año a diferencia del nulo crecimiento que ha tenido a lo largo del resto del sexenio.

Desde el 2019 el PIB mexicano se ha movido a la velocidad del Tren Maya, o sea prácticamente detenido, y por eso urge hacer notar que hay un despegue.

Este crecimiento de 3% esperado para este año será bueno para las finanzas públicas porque podría permitir que se cumplan algunas de las metas fiscales.

En sentido contrario del discurso presidencial, la deuda pública sí se ha incrementado y se mantiene un déficit presupuestal que ya es difícil de calificar de compatible con el mote de finanzas públicas sanas.

Ahora, esto que pinta para un buen crecimiento durante este 2023 no garantiza que el 2024 pueda mantener el mismo ritmo de expansión, sobre todo cuando se trata de calcular los ingresos públicos y destinar un gasto presupuestal para un año electoral.

Este viernes el gobierno federal presentará al Congreso el Paquete Económico para el siguiente año. El punto de partida son los Criterios Económicos.

Dice la Secretaría de Hacienda que no habrá sorpresas tributarias, no nuevos impuestos y no incremento de las tasas impositivas. Pero lo que está claro es que sí habrá un incremento en el gasto destinado a propósitos electorales.

Los programas asistencialistas habrán de disparar sus partidas, como el de pensiones a adultos mayores.

Muchos recursos destinados al gasto electoral vienen del recorte, a veces inhumano, de algunas partidas presupuestales sociales no muy vistosas como la compra de medicinas para el sector público.

Pero otra parte de los cálculos de gasto electoral parten de las cuentas alegres de la eventual recaudación.

Es probable que el optimismo habitual de la autoridad fiscal, que finalmente le atinó este año, lleve a un cálculo de expansión de la economía de 3.5% para el 2024.

Más expectativa de crecimiento implica creer que sube la recaudación y, por lo tanto, en el papel hay más dinero para gastar.

Pero, fallar en los cálculos de ingresos de la mano de un descomunal gasto con fines electorales puede resultar en un deterioro mayor de las finanzas públicas durante el último año de gobierno.

El Paquete Económico va a llegar el viernes al Congreso y lo que veamos en la presentación será prácticamente lo mismo que habrá de aprobar la oficialía de partes legislativa del presidente López Obrador.

Sólo habrá algo de trabajo sucio por hacer por parte de los diputados para que sean ellos los que ejecuten las órdenes presidenciales de ajuste de cuentas, por ejemplo, con el Poder Judicial. Pero el resto es para que no le quiten ni una sola coma.

Por eso, la visión de Hacienda es la que cuenta.