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Antes de que la OMS hiciera la declaratoria de pandemia mundial, Arturo Elías Ayub usaba sus redes sociales para alertar sobre el menosprecio que había en México sobre el Covid-19. Más que acceso a información privilegiada, el yerno de Carlos Slim de primera mano sabía de pacientes positivos, que no habían sido confirmados por las autoridades sanitarias.

A finales de febrero, cercanos a la familia del magnate pasaron sus vacaciones en Vail, Colorado. “Si yo tengo 18 conocidos (infectados) en México, deben haber cientos o ya miles”, apelaba el pasado sábado, apenas unas horas después de que trascendiera que el presidente del Consejo de Administración de la Bolsa Mexicana de Valores, Jaime Ruiz Sacristán, había enfermado. A partir de allí, un caos generado por aquellos que amparados en supuestas confirmaciones de “fuentes familiares” quisieron ganar una exclusiva y reportaron el deceso del empresario Pepe Kuri Harfush, primo del mandamás de Grupo Carso… desmentido casi a la medianoche del domingo 15, por la Secretaría de Salud.

El primer deceso por el coronavirus, cantado por fuentes distintas a las autoridades gubernamentales, hubiera desatado una crisis de confianza. En la víspera, líderes de opinión, que retomaban versiones surgidas entre directivos de la banca, habían puesto en duda la estadística oficial, sobre el número de casos registrados en México (26, hasta el jueves pasado). ¿La fuente? Francisco Moreno, del Centro Médico ABC, quien cuestionado por Paola Rojas, informó sobre nueve pacientes a los que habían aplicado pruebas, mismas que fueron remitidas para su plena confirmación.

“Ocho de esos pacientes están en su casa porque no cumplen con criterios de hospitalización”, refrendó el infectólogo en sus redes sociales, aprovechando sus cinco minutos de fama. La información sesgada ya circulaba profusamente en el hotel Princess, sede de la 83ª Convención Nacional Bancaria a partir de un enigmático boletín de la Bolsa Mexicana de Valores, en el que informaba que Ruiz Sacristán, quien no viajó a Acapulco, dio positivo a la prueba del Covid-19, sin que hasta ese momento presentara algún síntoma. Esa comunicación fue liberada minutos después de que el presidente Andrés Manuel López Obrador se presentara a la comida de clausura.

Entre los asistentes a la Convención Nacional Bancaria había ansiedad, ante las escasas medidas de sanidad desplegadas por los organizadores. “No estaría mal hacernos la prueba”, demandaban, “muchos vienen de Vail, Nueva York y Miami”. Pero los inquietos no estaban dispuestos a esperar turno en las instituciones de salud pública o a exponerse al contacto con probables infectados. En el fondo, había un velado reproche al Ejecutivo federal, quien después de comer con los banqueros iniciaría un recorrido por la costa chica de Guerrero.

Las precauciones que reclamaban a los funcionarios federales, empero, no imperó entre los dirigentes de la banca mexicana. Ahora se sabe —entre otros, por el testimonio de Ruiz Sacristán, quien desmintió que hubiera ingresado a terapia intensiva— que después de sus vacaciones en Vail, los nueve pasajeros de un jet privado —con escala en Monterrey— llegaron a Toluca una semana antes de la Bancaria. Y tras retomar sus actividades cotidianas, fueron puestos en cuarentena en el ABC cuando Kuri fue hospitalizado. Ante el escándalo, ¿harán público quiénes eran los otros pasajeros?

Cancelar la Bancaria era impensable. En otras latitudes ya han decretado medidas de aislamiento social, que van desde el cierre temporal de fronteras hasta la cancelación de eventos masivos, la suspensión de clases en escuelas, la disminución de operaciones en teatros, restaurantes y centros comerciales…

Al cierre de este espacio, las autoridades federales no tenían contemplado cancelar el evento conmemorativo del aniversario de la expropiación petrolera, a pesar de la activación de la fase dos para retrasar la propagación del Covid-19. Al Ejecutivo federal, las críticas lo tienen sin cuidado.