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El mundo financiero desearía ver que la recuperación de Estados Unidos es un poco más moderada de lo que parece, para que la Reserva Federal (Fed) no se vea forzada a reaccionar de manera abrupta en su camino de normalizar las tasas de interés. Y es que después del tratamiento de choque implementado por el banco central estadounidense no había dudas de que sería traumático el regreso a los aumentos del costo del dinero, por eso es que todos quisieran ver algo tenue.

Las siguientes señales llegan esta misma semana con la publicación de las minutas de la pasada reunión del Comité de Mercado Abierto de la Fed y con el indicador de creación de empleos que reflejará la nómina no agrícola.

La expectativa es que por motivo de las noticias provenientes de Estados Unidos no se puede poner peor la cosa, pero sí puede haber un respiro si el lenguaje de los banqueros centrales fue moderado y si la creación de empleos no alcanzó cifras exuberantes.

Pero lo que sigue preocupando al mundo financiero entero es la situación de Europa. Esa región no ha conocido la paz económica desde la gran recesión del 2008. Desde entonces se debate entre la recuperación incipiente, los problemas fiscales, la deflación y la turbulencia política. Y en este inicio de año otra vez Europa, pero sobre todo la zona euro, está en el centro de las preocupaciones.

Desde hace más de un lustro se mantiene la expectativa de cómo esas economías pueden componer sus desequilibrios fiscales que llevaron a varios de los integrantes de la comunidad de la moneda única a un punto cercano a la quiebra.

España es el más adelantado en el proceso de corrección. Ha sido políticamente caro para el partido gobernante por los altos niveles de desempleo y pérdida de bienestar, pero es el único país del grupo de los más débiles de la zona que tiene posibilidades reales de crecer.

El resto siguen siendo dudas razonables. Italia, Portugal y sobre todo Grecia se mantienen como amenazas por su condición fiscal y económica. En el caso helénico es una nación cercana a dar un giro brusco hacia una alternativa política radical que haga tambalear la unidad monetaria que tan costosa ha resultado.

En materia inflacionaria la amenaza de tener registros negativos en los precios de las economías de la zona euro fue otro golpe duro a la estabilidad financiera mundial.

Sin embargo, en esas paradojas tan comunes en el mundo financiero, la confirmación de que la zona euro se encuentra en un ambiente deflacionario animó a los mercados porque al mismo tiempo es la confirmación de que el Banco Central Europeo (BCE) tiene que tomar medidas extraordinarias para apuntalar esa región.

Ya sólo es cuestión de esperar dos semanas a que durante la siguiente reunión de toma de decisiones monetarias del BCE, Mario Draghi anuncie si se opta o no por un programa de liquidez al estilo de la compra de bonos que hizo la Fed.

El sentido común apunta a un sí inmediato, pero hay dudas de los términos de un programa tan heterodoxo como ése, sobre todo porque los alemanes tienen serias dudas de respaldar otro programa tan generalizado de subsidios.

Por ejemplo, a quién se le compran bonos y a quién no. A España, por supuesto. Pero, ¿a Italia que va retrasado en sus metas fiscales? ¿A Grecia que amenaza con salirse de la zona euro? En fin.