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En lo que va de marzo, el Bitcoin ha venido marcando nuevos máximos casi todos los días y ayer lunes no fue la excepción con la cotización alcanzando un nuevo histórico de 72,324 dólares.

Previo al inicio de marzo, el Bitcoin no superaba la barrera de los 65,000 dólares desde noviembre del 2021 cuando la criptomoneda llegó a cotizar en 67,567 dólares.

Vale la pena recordar que después de ese máximo histórico de noviembre del 2021, el Bitcoin se desplomó hasta tocar 15,787 dólares en noviembre del 2022. De entonces a la fecha, la criptomoneda ha tenido un alza prácticamente ininterrumpida (fuera de tres de episodios con correcciones temporales alrededor de 10 por ciento).

Sin embargo, la trayectoria ascendente se aceleró considerablemente desde finales de enero de este año. El Bitcoin acumula un alza de 83% entre el 21 de enero y el cierre de ayer, y un alza de 72% en lo que va del año.

Bitcoin nació con la idea de convertirse en la primera moneda electrónica a gran escala en la era del Internet. Sin embargo, para alcanzar este estatus, el Bitcoin, igual que cualquier moneda, debe cumplir con tres funciones básicas: i) funcionar como medio de pago; ii) servir como depósito de valor; y iii) ser unidad de cuenta.

La realidad es que el Bitcoin no es un medio de pago ampliamente aceptado, por la falta de agilidad para ejecutar transacciones, ni una unidad de cuenta o referencia de precio, por sus constantes fluctuaciones de valor.

El Bitcoin se ha convertido más en un depósito de valor que en una verdadera moneda. Sin embargo, como depósito de valor o activo de inversión, hay quienes comienzan a ver algunas características similares entre el oro y el Bitcoin.

En primer lugar, ni el oro ni el Bitcoin son medios de pago comúnmente aceptados. En segundo lugar, ni el oro ni el Bitcoin son unidades de cuenta, es decir, que no es común ver los precios de bienes y servicios ofertados ni en oro ni en Bitcoin.

En tercer lugar, ambos son activos no productivos, es decir que no generan flujos (ni dividendos, ni intereses, ni repartos de utilidades, etc.) ni tienen capacidad de crecimiento.

En cuarto lugar, ambos son activos cuya oferta es limitada y finita (el oro por la capacidad de extracción minera y porque los depósitos de oro son finitos y el Bitcoin que por diseño tiene un número límite de 21 millones de Bitcoins a ser minados electrónicamente).

En quinto lugar, ambos son activos “descentralizados” es decir que están fuera de la regulación y control del sistema financiero tradicional. En sexto lugar, la demanda de ambos activos está determinada por el contexto de mercado y la percepción de valor en un momento dado (algunos como Warren Buffet describirían esto como especulación).

Finalmente, tanto el valor de todo el oro en los mercados como el de Bitcoin, es minúsculo ante otras clases de activos como las acciones y los bonos. De alguna manera, el Bitcoin parece estar sujeto a la misma crítica que hace Warren Buffet al oro como activo de inversión.

Para Buffet, siempre será más atractivo invertir en acciones y bonos que en un activo cuyo valor intrínseco no está ligado a su capacidad productiva y que más bien depende de la percepción de valor en un momento en particular.

En este momento en particular, lo que hemos visto es la llegada del Bitcoin como activo de inversión a los mercados masivos (anteriormente sólo estaba disponible en mercados específicos de criptomonedas, limitando el acceso a muchos inversionistas).

A partir del listado del primer vehículo de inversión de Bitcoin en mercados públicos o ETF (Exchange Traded Fund) en enero, este instrumento ha superado 55,000 millones de dólares de inversión, acercándose al tamaño del ETF de oro más grande del mercado.

Este incremento en la demanda, dada una oferta limitada, está en buena medida detrás de los nuevos máximos históricos. Los que piensan que estamos ante una burbuja especulativa argumentan que no hay ningún factor fundamental detrás del alza, más allá de la novedad y el acceso masivo al instrumento.

Sin embargo, los que tienen una visión más optimista, argumentan que las criptomonedas y especialmente el Bitcoin, apenas representan una fracción microscópica de las carteras de inversionistas y reservas de bancos centrales a nivel global y que una simple diversificación minúscula de estas carteras y reservas hacia el Bitcoin, podría llevar su cotización a múltiplos del nivel actual.

Es difícil hacer un pronóstico de quienes tienen la razón, pero lo que sí es un hecho es que el precio del Bitcoin se ha caracterizado por una volatilidad histórica sin precedentes.