Elecciones 2024
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El auge del Bronco en Nuevo León expresa la revuelta de una de las élites más poderosas del país. ¿Cómo reaccionarán el presidente Peña y su equipo?

Nuevo León vive un proceso sin precedente. Un candidato sin maquinaria partidista podría derrotar al PRI y al PAN. Jaime Rodríguez, El Bronco, tiene recursos para hacerlo porque participa en la revuelta de una de las élites más poderosas del país. Son algunos de los grandes empresarios de Monterrey contra el PRI y el PAN, en un campo de batalla definido: la gubernatura de Nuevo León. Las caras más visibles de esta revuelta son Alejandro Junco, del periódico El Norte y Reforma; Fernando Elizondo Barragán, político emparentado con los propietarios de Arca Continental; Fernando Canales Stelzer, de la aristocracia siderúrgica e hijo de un ex gobernador panista, y Fernando Turner, industrial multinacional que apoyó a AMLO en el 2012. ¿Cuántos más participan en la revuelta? ¿De qué tamaño es la maquinaria electoral que poseen?

Las elecciones son el punto culminante de un conflicto añejo. Allá, al pie del Cerro de la Silla, son buenos para hacer cuentas y llevan bien la suma de lo que consideran agravios. En diciembre del 2012, el Congreso de Nuevo León aprobó un aumento de 50% en el Impuesto Sobre la Nómina. Sólo Campeche había tomado una medida similar. Coahuila intentó hacerlo y rectificó porque esta medida le quitaba competitividad. En Nuevo León, el asunto se planteó como un juego de vencidas. El gobernador ganó, pero no convenció.

El segundo gran golpe ocurrió en el 2013, con la reforma fiscal. Los regiomontanos estaban acostumbrados a opinar y ser tomados en cuenta en asuntos tributarios. Esta vez fue diferente. Cabildearon y no consiguieron ni siquiera la interlocución cercana a la que estaban acostumbrados, con el secretario de Hacienda y el presidente. No pudieron detener el impuesto contra la obesidad. Este gravamen traería una contribución cercana a los 1,500 millones de pesos mensuales. Implicó una afrenta a los empresarios regiomontanos, propietarios de las mayores refresqueras de México: FEMSA, de la familia Garza Lagüera, y Arca, de la familia Barragán.

Estos problemas no cayeron en el vacío. Se agravaron por la relación de la élite económica con el gobernador Medina. Un vínculo caracterizado por la desconfianza. El gobernador ha resentido las intenciones de los grandes empresarios de mandar en los asuntos púbicos de Nuevo León como si el Estado fuera una de sus empresas. Para los capitanes de empresa, Medina, simplemente, no ha sido el gobernante que Nuevo León requiere. Comenzaron reprochándole la inseguridad y ahora los escándalos de corrupción. Su nueva gran fortuna. No le reconocen grandes méritos en el combate a la inseguridad ni en la mejora de los indicadores económicos.

El proceso electoral ha sacado filo a todos esos conflictos. Los grandes empresarios querían que Ildefonso Guajardo, secretario de Economía, fuera el gobernador. El PRI optó por Ivonne Ortega, una mujer que goza del apoyo del gobernador y del equipo cercano al presidente Peña, pero no ha logrado conquistar a los empresarios. Le han pedido que se deslinde de Medina y que “entregue” espacios claves en su gabinete. Parece que ella ha accedido, pero parece que los hombres de empresa no se deciden a apagar la velita del Bronco. No he hablado del candidato del PAN, Felipe Cantú. Se ha ido diluyendo en algo que parece un mano a mano entre PRI y El Bronco. ¿Quién ganará? Hemos entrado en territorio desconocido, en esa zona en la que los cartógrafos romanos ponían la leyenda: hic sunt leones. Allí hay leones.