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He dedicado la semana a uno de los momentos fundadores de la brutalidad policiaca mexicana, la escuela real, la escuela invisible, en que han sido educadas, y siguen educándose, generaciones de agentes y cuerpos policiacos.

Aquella escuela vino de la mano de la primera guerra declarada contra las drogas que hizo el gobierno de México, presionado por el gobierno de Nixon, en los años setenta del siglo pasado.

Hubo también la escuela de violencia policiaca y militar en los sótanos de la guerra sucia de aquellos mismos años, pero el salto cuántico de los métodos y de los egresados de aquella escuela fue la batida contra el narcotráfico impuesta por Nixon.

He seguido en esta historia la guía del historiador inglés Benjamin Smith sobre cómo la “licencia para matar”, otorgada implícitamente a los agentes antidrogas, especialmente a los agentes de la Policía Judicial Federal, sembró una especie de ADN que podemos reconocer hoy en la conducta de agentes y jefes policiacos de todas las corporaciones del país.

Los hallazgos de Benjamin Smith corresponden a un libro que está en sus últimos retoques editoriales y que verá la luz el año entrante. Su título es: Dope. The Secret History of the Mexican Drug Trade and the War Against It.

La historia arranca en 1900 y avanza rigurosamente, década por década, hasta 2012. La primera parte del libro se llama “First Puffs, (Primeras fumadas) 1900-1920”; la última se llama “In The Abyss (En el abismo) 1990-2020”.

Esta es la historia, simple y trágica: un país sin problema de drogas se volvió un país abismado por su violencia contra las drogas.

La conclusión de Smith, luego de su largo recorrido, es también simple y trágica: La agresividad policiaca convirtió lo que había sido un comercio relativamente pacífico y colaborativo en un mundo competitivo y violento, abierto a todos. Como ser detenido significaba una prisión larga, si no la tortura y la muerte, los narcotraficantes dejaron solo de portar armas y empezaron a usarlas. Las usaron contra policías y contra soldados. Pero sobre todo contra informantes y contra otros narcotraficantes que pudieran traicionarlos. La violencia del estado sembró la violencia de las drogas.