Elecciones 2024
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El título de esta columna lo tomé prestado de la presentación que el difunto escritor tijuanense Federico Campbell (1941-2014) hiciera de ‘El Honorable’, un sketch del escritor y periodista italiano —siciliano— Leonardo Sciascia (1921-1989) donde expone la transformación que sufre un personaje al ejercer el poder.

En Sicilia a los diputados se les llama honorables —aún a los que no lo son—; de ahí el título de lo que el propio Sciascia calificó de sketch; según su juicio, la obra no alcanza la categoría de comedia. ‘El Honorable’ es la historia de Emanuele Frangipane, un tranquilo profesor de una población de Sicilia occidental, lector del Quijote, que ve cómo la vida de él y de su familia se transforma a partir de que monseñor Barbarino, el jerarca de la Iglesia Católica local, el doctor Agostino Micciché y el caballero Antonio Ferlazzano, cabecillas del Partido Demócrata Cristiano en la región, lo visitan en su modesto estudio de una casa vieja y rentada para invitarlo a ser diputado al Parlamento italiano.

La obra consta de tres tiempos, el primero sucede en septiembre de 1947, el segundo y tercero, aproximadamente cinco y diez años después. El profesor Frangipane está casado con la señora Assunta. El matrimonio tiene dos hijos: Mimí, el varón, y Francesca que está comprometida con Fofó, un miembro del partido comunista.

En el segundo tiempo, el diputado Frangipane que no ha vuelto a leer el Quijote, vive en una casa nueva, amueblada a la moda. La acción transcurre en la mañana de los comicios de 1953, cuando Frangipane busca la reelección en alianza con el honorable Sinatra. Fofó y Francesca se han casado y, dos días antes, ha nacido su tercera hija. Fofó, Mimí y Margano, el exalumno más burro del exprofesor, reciben los reportes telefónicos de cómo van las elecciones. Las tendencias los favorecen. Los presentes visten con elegancia. Con ellos está el capitoste democristiano, Agostino Micciché a quien se le nota —según Sciascia—: “la obtusa inmutabilidad de los imbéciles”.

Para esto, el honorable Frangipane ya es el principal accionista de un banco, en donde piensa colocar a su yerno, el otrora comunista Fofó. Monseñor Barbarino entra a escena para felicitar a los honorables Sinatra y Frangipane. Éste, por fin accede a darle una audiencia muy breve al ciudadano Iacolino, quien lleva dos años detrás de él. Cuando el honorable se dispone a descansar, Assunta, su mujer, la única de la familia a la que la prosperidad social y económica no le ha caído bien, irrumpe con una edición nueva de El Quijote para su marido, “decías que es el libro más importante del mundo”. Su marido le inquiere que se ha vuelto distinta, un poco extraña, ella le expresa su sentir. Nada es como antes, siente haber perdido: “Una cosa nuestra… Adentro… En el alma”.

El diálogo entre marido y mujer se interrumpe por la llegada de don Giovannino Scimeni, el capo de la mafia, quien viene a felicitar al diputado reelecto y aprovecha para pedirle que mueva su influencia para que la ciudad crezca hacia Casale, donde los terrenos “son míos… y de mis amigos”, dice maliciosamente el mafioso. El honorable dice estar convencido de que la ciudad debe crecer como dice don Giovannino y hará labor para que así sea, sin interés en hacer negocio. El capo comprende la posición de Frangipane pero, manifiesta, ¿quién me va a impedir hacerle un regalo a su nieta recién nacida? El honorable finge estar contrariado: “Realmente con usted no hay manera de zafarse”.

El tercer tiempo sucede en la Villa Frangipane, lujosamente amueblada. Existe la posibilidad de que el honorable pueda ser nombrado ministro. La señora Assunta se ha vuelto fanática de la lectura del Quijote, el cual se sabe de memoria. Se le ha metido en la cabeza que su marido va a ir preso acusado de corrupción, por esta razón la familia la juzga loca. Monseñor Barbarino trata de convencerla de que se interne en un sanatorio. Ensimismada en sus pensamientos viene a su memoria una anécdota del Quijote, cuando Sancho renuncia a gobernar la ínsula Barataria dice: “Saliendo yo desnudo, como salgo, no es menester otra señal para dar a entender que he gobernado como un ángel”.

Monseñor Barbarino replica: “Yo considero que el gobernar es como una caída (…) no digo de una condición angelical a una condición demoniaca, pero sí de una condición humana a una condición menos humana”. Pero Assunta argumenta: “‘Nadie puede gobernar sin culpa’. Ya se ha dicho muchas veces… Sí: el mero hecho de que un hombre, llamado por lo demás o imponiéndose a sí mismo, se considere con el derecho o con el deber de gobernar, es ya una caída, una culpa… Y en ese sentido, tal vez, el gobernar implica en el fondo una burla, un sueño… Pero se trata de una culpa que un hombre, un grupo de hombres, deben asumir: y por tanto también es una prueba… Y si no se puede salir inocente de la prueba, por lo menos habría que salir desnudo… ¿No le parece?”.

‘El Honorable’ de Leonardo Sciascia, un pequeño gran libro, recomendable para los tiempos que vivimos de cara a la cuarta transformación.