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La semana pasada los principales mercados accionarios de Estados Unidos sufrieron un fuerte ajuste a la baja. Antes del rebote del viernes, tanto el Dow Jones como el S&P 500 y el NASDAQ, registraban caídas cercanas a 5.5 por ciento. Entre el comienzo de octubre y el jueves de la semana pasada, el retroceso en estos índices se acercaba a territorio de corrección, es decir un ajuste a la baja cercano a 10 por ciento.

El presidente de Estados Unidos —que ha venido presumiendo como un logro propio los avances en los mercados accionarios— afirmó que el ajuste era culpa de la Fed. En dos intervenciones diferentes, Trump sostuvo que la Fed “se había vuelto loca” y que su decisión de seguir subiendo la tasa de interés de referencia de corto plazo está descarrilando el mercado alcista y que además podría frenar la “gran economía” que su gobierno ha generado. En ningún momento mencionó las crecientes tensiones comerciales resultado de las decisiones de política comercial de su gobierno ni el creciente déficit público, consecuencia de sus estímulos fiscales, como posibles razones detrás del ajuste.

La realidad es que la decisión de la Fed de subir las tasas en su última reunión, hace un par de semanas, y la reafirmación de su intención de realizar otro incremento antes de que termine el año no tuvieron un impacto importante en los mercados.

Antes del anuncio de política monetaria, el mercado ya asignaba una probabilidad de 70% a que habría un aumento adicional antes de fin de año. Después del anuncio, la probabilidad subió a 80% pero de ninguna manera explica el fuerte ajuste observado en los mercados.

El movimiento negativo en los mercados estuvo principalmente ligado a tres factores: i) un fuerte incremento en las tasas de interés de largo plazo; ii) las crecientes tensiones comerciales entre Estados Unidos y China; y iii) una toma de utilidades. Tal como sucedió entre abril y mayo de este año, un fuerte y súbito repunte en las tasas de interés de largo plazo es la principal razón detrás del ajuste. En aquella ocasión, la tasa del bono del tesoro a 10 años pasó de 2.83 a 3.11% en apenas tres semanas, rompiendo la barrera psicológica de 3% y alcanzando su punto más alto desde finales del 2013.

En esta ocasión, la tasa del bono del tesoro a 10 años —que había descendido a 2.82% a finales de agosto— pasó de 3.05 a 3.25% entre el 5 y 10 de octubre. Para dar un poco más de contexto, vale la pena recordar que a principios de diciembre del año pasado, la tasa de interés de largo plazo se ubicaba en 2.32%, nivel que parecía artificialmente bajo dado el contexto de pleno empleo, una economía creciendo a una tasa vigorosa y una Fed deshaciéndose de buena parte de los bonos de largo plazo que fue acumulando durante su programa de expansión cuantitativa.

El nivel actual de tasas de largo plazo parece más consistente con la realidad económica y sigue siendo muy bajo en comparación con el promedio histórico observado en los años previos a la crisis del 2008-09.

A pesar del reciente incremento en las tasas de largo plazo, la curva de tasas se mantiene relativamente plana, es decir el premio entre la tasa de corto plazo y la de 10 años es de menos de medio punto porcentual. Lo que desestabilizó a los mercados accionarios fue el alza súbita en la tasa de largo plazo y la percepción de que los resultados financieros de las empresas cotizadas en bolsa podrían estar llegando a su cénit.

A partir de esta semana es probable que los mercados encuentren cierto soporte ante lo que se anticipa serán excelentes resultados financieros para el tercer trimestre. Sin embargo, los mercados ya empiezan a ver hacia el 2019 donde las utilidades de las empresas podrían desacelerarse de manera considerable una vez que el impulso de los estímulos fiscales vaya desapareciendo y la economía comience a desacelerarse.

El ajuste no fue culpa de la Fed. Los mercados se mantienen más vulnerables a las crecientes tensiones comerciales, a un alza desordenada en las tasas de largo plazo consecuencia del creciente déficit público en Estados Unidos y a una desaceleración en el crecimiento económico.