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La entrada en vigor del T-MEC es un paso fundamental para la recuperación de la economía mexicana. Después de casi cuatro años de incertidumbre –generada por la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos con su agenda proteccionista de America First–, hay por fin un marco jurídico que da certidumbre a la relación comercial entre México, Estados Unidos y Canadá.

El T-MEC llega en un momento geopolítico ideal dada la creciente tendencia a la integración regional de cadenas de suministro derivada del endurecimiento en el enfrentamiento comercial y político entre China y Estados Unidos.

Sin embargo, el T-MEC por si sólo no basta para sacar a México de la depresión económica que estamos viviendo y mucho menos para ser la punta de lanza que puede convertir al país en una economía desarrollada. En muchos sentidos, el T-MEC es una versión moderna y más exigente del TLCAN.

Al igual que el TLCAN, el T-MEC puede tener un impacto significativo en sectores específicos, atrayendo inversiones y generando empleos. Sin embargo, al igual que el TLCAN, el T-MEC difícilmente generará una mejoría tangible en el nivel de vida de la gran mayoría de los mexicanos si no es acompañado de políticas económicas que generen certidumbre para la inversión privada y de un Estado de derecho confiable.

De la entrada en vigor del TLCAN en 1994 al 2019, México mantuvo prácticamente el mismo puesto en el escalafón mundial de economías por tamaño absoluto.

Asimismo, el porcentaje de la población que vive en pobreza y pobreza extrema mostró avances relativamente discretos.

Sin embargo, el desplome económico que atraviesa nuestro país –que podría traducirse en una caída de aproximadamente 10% en el PIB durante el 2020 y la destrucción de más de 1 millón de empleos – está generando un retroceso importante en los niveles de vida de la población.

La falta de medidas de apoyo significativas a las micro, pequeñas y medianas empresas, la ausencia de políticas económicas que generen certidumbre, la creciente debilidad del Estado de derecho y la insistencia en privilegiar la ideología sobre la realidad, augura una recuperación débil y lenta para nuestro país –el PIB y el empleo formal podrían tardar varios años en recuperar sus niveles pre-crisis.

Para aprovechar a fondo el T-MEC, México necesita generar políticas públicas que contribuyan a mejorar la productividad y que generen certidumbre para la inversión.

Los programas sociales de apoyo deben ser un complemento esencial para combatir la pobreza en los estratos más bajos pero el gobierno no debe de perder de vista a la clase media y media-baja donde hay millones de micro-empresarios y empleados de empresas pequeñas y medianas.

El discurso de terminar con los privilegios y el capitalismo de cuates debe ser realmente puesto en vigor para terminar con un modelo que fomentaba la corrupción y la búsqueda de rentas sobre la competencia y la innovación.

La experiencia del TLCAN nos dice que el T-MEC es un factor fundamental, más no suficiente, para el desarrollo de nuestro país.