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El pasado sábado 16 de abril, en Santa Lucía del Camino, municipio del estado de Oaxaca, se encontraban dos mujeres policías de tránsito comisionadas en un operativo de alcoholimetría. Por el punto pasó un auto al que le marcaron el alto. Al acercarse percibieron aliento alcohólico en el chofer. Le pidieron sus documentos. El conductor del vehículo, con prepotencia y presunción, se negó a enseñarles documento alguno, ya que él era -¡nada menos!- que el chofer del regidor de Hacienda municipal. (En qué poca agua se ahoga).

Para dar constancia de lo dicho por el hombre que venía al volante, en el asiento del copiloto, un par de grados más alto en el organigrama de la ebriedad, venía, nada más y nada menos, que el mismísimo regidor de Hacienda municipal, Jorge Alberto Gamiño García.

Las policías viales manifestaron que el manejador del coche les ofreció dinero para que los dejaran continuar su camino. Celosas de su deber, las agentes de tránsito se negaron a recibir cantidad alguna en metálico, por una razón que es el primer escalón de nuestro inigualable y nocivo Sistema de Impunidad: las y los policías de tránsito en Santa Lucía tienen la instrucción de que si los detenidos por el alcoholímetro son funcionarios del municipio y no pasan la prueba o cometen alguna infracción, sólo les hagan una recomendación, pero sin que sean detenidos.

Tal y como lo marca la piedra angular del Instituto Nacional de Protección a la Corrupción Gubernamental, cuyo lema es: “Autoridad que no abusa, se desprestigia”, las dos policías encargadas del alcoholímetro en Santa Lucía dejaron que el auto del importante funcionario siguiera circulando sin que el segundo de a bordo hubiera mostrado ningún documento y, por supuesto, sin aportar peculio alguno en calidad de mordida.

El vehículo prosiguió su marcha, el chofer, lo sabemos, iba ebrio; el importante funcionario viajaba en calidad de borracho designado. Dice la Wikipeda, la enciclopedia virtual de los borrachos, que “alegría que no provenga del alcohol es ficticia”, pero advierte que la intoxicación alcohólica si bien al principio produce euforia y baja las inhibiciones sociales, llega a un estado fisiológico en el que el cerebro confunde las cosas, se malinterpretan los hechos, se pierde la memoria y algunos temperamentos se tornan agresivos.

Una vez librados del alcoholímetro, imagino que el regidor que escuchó la propuesta de su chofer de darles dinero a las policías, en el estado de confusión mental que la Wikipeda llama “el efecto doberman”, cuando el individuo desconoce hasta a su familia, le reclamó a su subalterno: ¿Y tú, pendejo, para qué les diste dinero a esas pinches viejas? El chofer, que conoce como se pone el jefe en estas ocasiones, prefirió no contradecirlo. Se quedó callado. Sin dejar de regañarlo, el regidor ordena al conductor llevarlo a la Dirección de Seguridad Pública, Transporte y Vialidad. Una vez ahí, Jorge Alberto Gamiño habló con el jefe de la dependencia, Pedro Francisco Cruz. Le contó cómo las agentes les robaron al cobrarles mordida.

Para quedar bien con Gamiño, el jefe Cruz mandó a algunos de sus elementos a revisar a las policías mordelonas en el lugar de los hechos. Ahí las obligaron a quitarse botas, calcetines, suéteres y monederos y palparon sus cuerpos con lascivia, sin encontrar ningún dinero.

Tráiganselas a la oficina, fue la orden de Francisco Cruz. Orden que fue cumplida. En la Dirección de Seguridad Pública, ante el jefe de la dependencia, el importante regidor de Hacienda municipal, su chofer y uno que otro metiche, las mujeres fueron despojadas de sus ropas y así, totalmente desnudas, las revisaron y las obligaron a hacer sentadillas sin encontrarles un solo peso.

Las mujeres se vistieron para continuar con su operativo y el importantísimo funcionario de Hacienda dijo: Pos no apareció el dinero, pero estuvo bueno el agasajo.

Mucha ropa

Y mientras las policías de Santa Lucía, Oaxaca, fueron obligadas a desnudarse; en Nuevo León, Nidia García, policía de proximidad del municipio de Escobedo, fue suspendida por difundir a través de las redes sociales imágenes en las que posa dentro de una patrulla y con el uniforme de la corporación en topless, guiñando un ojo y simulando un coqueto beso.

La idea de Nidia no me parece mala. Si es policía de proximidad, pues que se aproxime. Estoy seguro que si editaran una revista con elementos policíacos femeninos, sea enseñando las bubis o en poses sexis mostrando buenos cuerpos, la corporación policíaca mejoraría su imagen. Piénselo. La revista puede llamarse Play Blue o de plano Azules y Fogosas. Por lo pronto, Nidia García merece el honor de ser nombrada la Playmatona del mes.

Efeméride

En un día como hoy pero del año 2009, esta columna fue publicada por primera vez en El Economista. Agradezco a los editores, a los coeditores, a las compañeras y a los compañeros de trabajo su ayuda y enseñanzas durante estos siete años; así mismo, hago un público reconocimiento a los directivos por la oportunidad de poder expresar libremente, sin cortapisas, mis ideas, y manifiesto mi gratitud a los lectores, por mantenerme, con sus lecturas, dentro del elenco de notables columnistas de esta prestigiada casa editorial.