Elecciones 2024
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Llegó el fin de año y con éste la época de recuentos, resúmenes y evaluaciones de todo lo que pasó en los 12 meses que están por concluir. Lo bueno, lo malo, lo que hicimos y lo que no hicimos, los objetivos que logramos y los que quedaron pendientes, en todo eso pensamos en los días 31 de cada mes de diciembre.

Hace unos días un amigo me preguntaba cuál, a mi juicio, sería la frase que resumiría lo sucedido en México el presente año.

Después de mucho pensar, creo que la expresión es: “Los abrazos ya no nos alcanzan para cubrir los balazos”, pronunciada por el padre jesuita Javier “El Pato” Ávila, durante el funeral de sus hermanos de congregación, asesinados en la sierra de Chihuahua en junio pasado.

Todos en algún momento hemos tenido que dar un abrazo y consolar a alguna persona cercana a nosotros que ha sido víctima de la delincuencia, o quizá nosotros hemos sido consolados; todos hemos tenido que decir una palabra de afecto al dueño de un negocio que pagó derecho de piso a un grupo delincuencial, mientras él nos dice: “Al menos puedo seguir trabajando”.

Poco a poco los mexicanos hemos integrado a nuestra vida diaria la desgracia y, poco a poco, nuestros abrazos, nuestras palabras de consuelo, perdieron su efecto; comienzan a sonar huecos, sin sentido.

Pero al pensar más en lo dicho por el padre Ávila, caí en cuenta de que los mexicanos no solamente somos víctimas de las balas de la delincuencia organizada, también sufrimos por las balas de un sistema de salud deficiente, de una economía manejada con un perfil ideológico, de un gobierno que piensa que con repartir recursos soluciona los problemas.

Dígame, ¿cómo se puede consolar a unos padres cuyo niño acaba de morir a consecuencia de cáncer porque no recibió tratamiento? ¿De qué le sirve un abrazo a un enfermo crónico que se quedó sin tratamiento porque se canceló el Seguro Popular?

¿De qué sirvió y sirve dar un abrazo y palabras de consuelo a las víctimas del Covid-19? ¿Cómo se puede abrazar a un padre cuyo hijo está en riesgo porque no hay vacunas? Todo lo que se les diga, los abrazos, son huecos, sin sentido.

¿Cómo podemos abrazar a un pequeño empresario que quebró su negocio por la pandemia? ¿Cómo podemos abrazar a sus empleados que quedarán sin su fuente de ingreso? ¿Cómo podemos abrazar a un agricultor, a un ganadero que mes con mes ven que los insumos necesarios para su trabajo suben?

¿Cómo pensará abrazar el gobierno a los beneficiarios de los programas sociales, cuando los recursos para éstos se terminen?

¿Cómo se va a justificar? Que conste que no estoy en contra de los programas sociales, pero sí se debe ser más selectivo para el otorgamiento de los apoyos. Conozco el caso de una señora de las Lomas de Chapultepec, con inversiones que le dejan una cantidad considerable de intereses, y que comenzó a recibir la pensión para adultos mayores. Cuando sus hijos se enteraron porque los servidores de la nación llegaron a querer fotografiar a la señora y entregarle su tarjeta, no solamente la rechazaron, sino que iniciaron un proceso legal.

Hace unos días, en el convivio de fin de año de su trabajo, mi hermano decía a sus compañeros que haciendo un recuento de los dos años y medio de pandemia, éramos afortunados y sobrevivientes. Quiero tomar dos de las palabras de Toño (así se llama mi hermano): Afortunados y sobrevivientes. Creo que sí, los mexicanos que vivimos actualmente somos afortunados porque a pesar de todas las balas que nos ha tocado esquivar estamos de pie y con ilusiones.

Sin embargo, no creo que los mexicanos queramos sobrevivir, ¡queremos vivir!, cumplir nuestras metas; que nuestros padres cuando se retiren puedan hacer las cosas que les causen júbilo; queremos ver a nuestros hijos libres y no preocuparnos por su seguridad; queremos que nuestro gobierno busque que seamos un país ganador, no un país modesto.

Pero, sobre todo, queremos un país en el que nuestros abrazos vuelvan a tener un efecto reconfortante.

EN EL TINTERO

La semana pasada, sicarios a bordo de una motocicleta dispararon contra uno de los periodistas con mayor proyección en el país, Ciro Gómez Leyva. Gracias a Dios pudo salvar la vida debido al blindaje de su camioneta y a que pudo controlar el vehículo.

Todos ya conocíamos de antemano la reacción gubernamental: Vamos a llegar hasta las últimas consecuencias… Esto no lo vamos a permitir… Encontraremos a los responsables.
De todo lo que se ha dicho del tema, me llamó mucho la atención algo que se señaló en el programa El pulso de la República, conducido por Chumel Torres: No queremos que investiguen, queremos que estas cosas ya no pasen. ¿Cómo se puede lograr que atentados como el perpetrado contra Ciro ya no se registren? La respuesta es sencilla, aplicando la ley y dejando a un lado el “Dejar hacer, dejar pasar a los delincuentes”.

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