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Hace unos días, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) presentó un profundo estudio realizado por Santiago Levy titulado “Esfuerzos mal recompensados: La elusiva búsqueda de la prosperidad en México”.

El texto identifica los cuellos de botella que han contribuido al estancamiento de la tasa de crecimiento económico per cápita en nuestro país en los últimos 20 años a pesar de los grandes avances en materia de estabilidad macroeconómica y apertura comercial.

Después de la década perdida de los años 80, caracterizada por grandes desequilibrios fiscales y de cuenta corriente que provocaron altos niveles de inflación y un fuerte rezago en el bienestar de la población, la política económica de México dio un fuerte viraje anclado en cuatro pilares fundamentales: I) el saneamiento de las finanzas públicas; II) la reducción de los desequilibrios externos a través de la apertura comercial; III) una política monetaria independiente y ortodoxa; y IV) una mayor participación del sector privado en la actividad económica.

Durante los últimos 20 años, la economía mexicana ha sido impactada por diferentes choques externos, tanto positivos como negativos, y la fortaleza de los pilares macroeconómicos ha actuado como amortiguador, evitando crisis económicas de gran magnitud. Sin embargo, Levy destaca que el crecimiento promedio anual del PIB per cápita entre 1996 y el 2015 es de apenas 1.2% y que el crecimiento acumulado del PIB per cápita para el mismo periodo fue de 25.7%, la cifra más baja en América Latina con la excepción de Venezuela.

Levy argumenta que la estabilidad macroeconómica y la apertura comercial son condiciones necesarias, pero no suficientes para lograr una mayor prosperidad.

En el caso de México, el anémico crecimiento se puede explicar por una mala asignación de la inversión en capital físico y humano, un bajo nivel educativo de la fuerza laboral y la falta de reformas en sectores específicos que han contribuido, a su vez, a un estancamiento en el crecimiento de la productividad.

Estas ineficiencias en la asignación del capital físico y humano se traducen en la exclusión de grandes sectores de la población a la red de beneficios sociales y protección laboral otorgada por el sector formal. Esto se puede ver reflejado en los Índices de Competitividad publicados por el World Economic Forum donde México ocupa los últimos lugares entre 137 países en cinco áreas claves: debilidad institucional (lugar 123), eficiencia del mercado laboral (lugar 105), educación superior y capacitación (lugar 80), y salud y educación primaria (lugar 76).

Aunque ha habido una mejoría en estos rubros, la implementación de las reformas toma tiempo y en algunos casos enfrenta obstáculos importantes en su implementación.

Para Levy, está claro que el gobierno debe hacer más para mejorar la inclusión social mediante programas que den acceso a la seguridad social a los actores de la economía informal. Sin embargo, Levy también argumenta que las políticas implementadas por el estado para lograr este objetivo se vuelven un subsidio a cargo del sector formal de la economía, el de mayor productividad, al sector informal de menor productividad.

Levy concluye que el conjunto de buenas políticas macroeconómicas, la apertura comercial, la competencia y la inversión en educación no son suficientes por sí solas para impulsar la prosperidad.

Para Levy, el debate debe ir más allá y centrarse en las políticas e instituciones que promueven una asignación ineficiente de recursos que limita el crecimiento de la productividad.

En este sentido, el fortalecimiento del Estado de Derecho y las instituciones, así como la eliminación de privilegios para grupos de poder, se vuelven un tema central en la discusión.

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