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La economía mexicana muy probablemente concluya el 2014 con un crecimiento apenas por arriba de 2 por ciento, cifra muy lejana del objetivo original de 3.9 por ciento establecido en el paquete económico del 2014, y del consenso de expectativas de principio de año del sector privado, de 3.4 por ciento.

Al igual que en el 2013, el gobierno se vio en la necesidad de ajustar sus estimados de crecimiento a la baja de manera considerable durante el transcurso del año. A pesar de un incremento importante en el gasto público, durante el 2014, y una aceleración importante en el ritmo de expansión Estados Unidos, durante los últimos tres trimestres del año, el crecimiento por debajo de lo planeado en México se debió principalmente a dos factores: i) el impacto negativo de los nuevos impuestos en el consumo y la Inversión Privada; y ii) el impacto negativo de la disminución en la producción de petróleo en la actividad industrial.

El consenso de expectativas se ubica en 3.5 por ciento, casi a la mitad del rango establecido por la SHCP de 3.2-4.2 por ciento. En un entorno sin sobresaltos en EE.UU., el 2015 debería ser un mejor año que el 2014 en términos de crecimiento económico y la cifra debiera ubicarse cerca de lo estimado por el consenso.

Sin embargo, desde el punto de vista económico-financiero, hay tres grandes incógnitas: i) ¿cómo responderá la demanda interna en el segundo año de la reforma fiscal?, ii) ¿cuál será el impacto de la caída en los precios del petróleo en la economía?; y iii) ¿cómo responderá la economía mexicana a la normalización de tasas en Estados Unidos?

En el caso de la primera pregunta, para los más optimistas, el impacto restrictivo de los nuevos impuestos fue un golpe de “una sola vez” a la confianza de los consumidores y a las empresas que debería haberse digerido en su totalidad en este 2014. Sin embargo, hay especialistas del tema fiscal que tienen una visión más pesimista y que anticipan un continuo rezago de la Inversión Privada y el consumo.

En cuanto a la segunda pregunta, todo parece indicar que durante el 2015 el gobierno no tendrá que hacer ajustes importantes al gasto derivado de la caída en el precio del petróleo. Dejando todo lo demás constante, una caída permanente en el precio del crudo de 40 por ciento tendría que traducirse en un recorte de 13 por ciento en el gasto público para no incurrir en un mayor déficit.

Sin embargo, hay varios amortiguadores que, por lo menos en el 2015, compensan la caída en el precio del crudo. Por un lado, el gobierno contrató coberturas que le garantizan un precio promedio mínimo de 79 dólares por barril. Por otro lado, la depreciación del tipo de cambio compensa parte de la caída del precio del crudo en dólares.

Adicionalmente, el hecho de que México importa aproximadamente la mitad de la gasolina que se vende en el país, y que el precio internacional de la gasolina esté por debajo del precio doméstico implica que el gobierno deja de subsidiar el precio de la gasolina y comienza a obtener un arbitraje positivo.

Aunque en el 2015 los riesgos parecen estar bastante acotados, el 2016 se perfila como un año complicado para las finanzas públicas. El gobierno no podrá volver a comprar coberturas en las mismas condiciones que lo hizo para el 2015, y forzosamente tendrá que reducir el gasto público de manera considerable, a menos que se de un aumento significativo en los ingresos por recaudación de impuestos, eliminando, en la opinión de este columnista, cualquier posibilidad de reducción o eliminación de algunos impuestos.

En cuanto a la tercera incógnita, todo parece indicar que el Banco de México comenzará a subir tasas a la par que la Fed. México se encuentra bien preparado para enfrentar choques externos, pero esto no lo hace inmune a la volatilidad.