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Durante las últimas semanas, el dólar estadounidense se ha fortalecido de manera generalizada, revirtiendo una tendencia a la baja que comenzó desde finales del 2016.

Desde la crisis del 2008-09, el dólar ha tenido cuatro periodos de apreciación marcada.

El primero sucedió entre mayo del 2008 y marzo del 2009, con el Trade Weighted US Dollar Index: Major Currencies, subiendo de 69 a 86. El segundo ocurrió entre agosto del 2011 y julio del 2013 (cuando dicho índice pasó de 69 a 78). El tercero inició en julio del 2014 y concluyó en enero del 2016, con el índice subiendo de 75 a 95. Finalmente, el cuarto tramo comenzó en abril del 2016 con el índice en 90 y culminó en enero del 2017 con el indicador alcanzando los 97 puntos.

En los episodios de apreciación del 2008-09 y del 2011-13, la fortaleza se debió principalmente a un incremento temporal en la aversión al riesgo y la subsecuente salida de recursos de activos en mercados emergentes a activos refugio por excelencia como los bonos del tesoro de Estados Unidos.

Por otro lado, la tendencia de apreciación que comenzó en el 2014 estuvo principalmente generada por la creciente evidencia de que la economía estadounidense estaba entrando en una etapa de consolidación de la recuperación y, sobre todo, la decisión de la Reserva Federal (Fed) de comenzar con el retiro de los estímulos no tradicionales y la subsecuente alza incipiente en las tasas de interés de largo plazo.

Aunque esta tendencia de apreciación fue interrumpida temporalmente entre principios del 2017 y abril de este año, el dólar ha retomado su tendencia de apreciación ante la creciente evidencia de que la política monetaria en Estados Unidos debería ser menos acomodaticia ya que la Fed ha alcanzado finalmente su objetivo dual de pleno empleo y estabilidad de precios.

A partir del inicio de la crisis y la gran expansión monetaria por parte de la Fed y otros bancos centrales de países desarrollados, se generó un desplazamiento masivo de recursos buscando rendimientos más atractivos a economías emergentes.

Una de las consecuencias lógicas de la normalización de la política monetaria de Estados Unidos es la salida de recursos de dichas economías, provocando una apreciación del dólar ante la mayoría de las monedas emergentes, tal como está sucediendo.

Aunque esta salida, con la excepción de Argentina, se está dando de manera ordenada, varios observadores están preocupados por los efectos desestabilizadores que podría provocar en el mundo emergente una mayor apreciación del dólar.

Para los más pesimistas, esta salida de recursos del mundo emergente podría detonar una crisis como la vivida en 1997 en Asia. Sin embargo, la mayoría de los observadores reconoce que hay diferencias muy importantes entre las circunstancias prevalentes en 1997 y las actuales, tanto en Asia como en el resto del mundo emergente.

Por un lado, los niveles de apalancamiento tanto público como privado son sustancialmente menores que en 1997. Por otro lado, el desarrollo de los mercados locales de renta fija ha permitido que la dependencia del financiamiento externo en dólares sea mucho menor, aunque no hay que perder de vista que los inversionistas internacionales juegan un papel importante en la compra de bonos emitidos en monedas locales.

Adicionalmente, las principales monedas emergentes han abandonado por completo el esquema de tipo de cambio fijo para adoptar uno flexible. Y dentro del mundo emergente hay diferencias importantes entre países que hacen a unos más vulnerables que otros.

En la siguiente edición de Sin Fronteras analizaremos la situación de México ante esta coyuntura.
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