Aquí me gustaría contar una de las leyenda prehispánica en torno el precitado volcán y a su compañero el Iztaccíhuatl, ambos sirven como límite y balcón del Valle de México
¿En qué se parece el volcán Popocatépetl a las corcholatas presidenciales? En que están en plena actividad.
El volcán que está situado entre los estados de México, Puebla y Morelos, a 72 kilómetros de la capital del país, al que se le calculan 750,000 años de vida y que tiene una altura de 5,452 metros sobre el nivel del mar. Según estudios paleontológicos, jamás ha dejado de estar en actividad.
Como El Economista informó ayer, el semáforo de alerta del Popocatépetl pasó de amarillo fase 2 a 3, lo cual comprende que debemos estar más atentos de las condiciones provocadas por el volcán ya que habrá mayor lluvia de cenizas en poblaciones cercanas, así como explosiones de leves a moderadas. Por lo que leímos las autoridades correspondientes han tomado el asunto en sus manos y las medidas preventivas convenientes.
Aquí me gustaría contar una de las leyenda prehispánica en torno el precitado volcán y a su compañero el Iztaccíhuatl, ambos sirven como límite y balcón del Valle de México.
Cuando el Imperio Azteca, avasallaba sin piedad a los pueblos vecinos, un cacique de Tlaxcala, decidió luchar por la libertad de su nación. Tenía una hija llamada , de inusitado encanto. Ganadora de todos los concursos de belleza que había entonces: Miss Quic, Miss Coac, Miss Maloya, Miss Calco y Miss Xiote. Un guerrero de nombre Popocatépetl, vivía enamorado de ella y era correspondido.
El guerrero era valiente, tanto que se atrevió a pedir la mano y todo lo demás de la hermosa princesa a su padre el cacique. Éste, puso una condición a Popocatépetl para contraer nupcias con su hija: Armarse de valor y de lo que tuviera a la mano para luchar y vencer a los aztecas. Convertido en sicario del amor, el intrépido guerrero aceptó el reto y partió a la contienda.
Un envidioso malqueriente de Popocatépetl, le contó a la princesa que su prometido había muerto en la batalla. Descorazonada por la noticia, la guapa princesa murió de tristeza. Cuando el galán regreso triunfante del combate le dieron la fatal noticia.
Luego de intentar, inútilmente, cortarse las venas con una obsidiana. Popocatépetl construyó una gran tumba frente al Sol, aglomerando diez cerros; tomó entre sus brazos el cuerpo de su amada y la recostó en la cima de la enorme montaña. El heroico guerrero se hincó frente a ella, beso su frente y con una antorcha encendida se puso a velar el sueño eterno de su adorada.
La leyenda cuenta que permanecieron juntos, uno frente al otro y con el tiempo la nieve cubrió sus cuerpos y se convirtieron en volcanes. Cuando el guerrero Popocatépetl, se acuerda de su amada Iztaccíhuatl, su corazón, que guarda el fuego eterno del amor, tiembla y su antorcha echa humo. Por eso hasta hoy el volcán lanza fumarolas.
Sin conocer la leyenda, en 1997, Benito Castro y este textoservidor compusimos para un programa de televisión la canción “Fumarolas” que hoy ofrezco para cerrar la columna; con la advertencia que la estrofa final la cambié para esta ocasión debido a que en la última década del Siglo XX, el verbo sinónimo de tomar y de agarrar, tenía connotaciones sicalípticas graves que la semántica actual a atenuado. Aquí va:
El Popocatépetl tiene una mujer/ es el Iztaccíhuatl como sabes bien./ La mujer dormida, el Popo un volcán/ que echa fumarolas de necesidad./ Fumarolas y más fumarolas/ el tiene ganas y están a solas./ Fumarolas y más fumarolas/ ella dormida y él hecho bolas./ Fumarolas de amor fumarolas/ y la señora que no despierta/ más que dormida parece muerta/ y su marido que hace erupción/ pues necesita hacer el amor./ Hágale caso, pues la ocasión/ quien sabe cuando se vuelva a dar/ usted aproveche, póngase igual/ y a ese volcán hágalo gozar./ El Popo sabe, tiene certeza/ que está dormida o le duele la cabeza/ porque Iztaccíhuatl, su fiel mujer/ finge demencia pa’ no coger.