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Murió donde nació, en Madrid, España, el pasado domingo, Javier Marías, novelista, ensayista, periodista y traductor, a punto de cumplir 71 años (20 de septiembre de 1951) autor de unas de las mejores letras en español de las últimas décadas, quien de un tiempo acá sonara todos los octubres para llevarse, sin lograrlo, el Premio Nobel de Literatura.

Enumerar la obra de Marías, publicada en 30 países y traducida a 18 idiomas; así como los premios a los que se hizo acreedor, se llevaría todo el espacio de esta columna. Basta decir que la editorial Alfaguara le publicó más de 40 títulos, el último de ellos la novela Tomás Nevison, que fue editado en marzo del 2021. En el año 2018 salió a la venta un libro con una compilación de los escritos periodísticos publicados por Marías del 8 de febrero del 2015 al 29 de enero del 2017, en el suplemento dominical El País Semanal. Artículos en los que expone su opinión libre sobre los más diversos tópicos. Ejemplo de disidente del sistema, escribió contra la ideología oficial, el lugar común y lo políticamente correcto. Transcribiré dos ejemplos de su elegante prosa, que viene bien a propósito del momento que vivimos en México. En un artículo titulado “Multitud”, escribió:

“Siempre he sentido antipatía por las campañas y los proselitismos; siempre me ha desagradado la gente que no se conforma con tener una opinión y obrar en consecuencia, sino que necesita atraer a su causa a otros, verse arropada por las masas más manipulables y gregarias y deseosas de infectarse; la que organiza castigos colectivos difamación y linchamientos verbales. La que ansía “dar su merecido” a quien le lleva la contraria o emite un parecer que la fastidia (…)

“Cada uno es dueño de hacer lo que se le antoje. Pero para mi va un gran trecho entre eso y desencadenar un hostigamiento o una persecución, sean gremiales o nacionales. (…) Huelga decir que quienes pensamos así, quienes sentimos aversión hacía el `muchos contra uno´, somos unos raros, una especie en vías de extinción. No ya este país, sino el mundo entero, sobre todo desde que descubrió el mejor instrumento de propaganda e intoxicación que ha existido —las redes sociales—, está dedicado sin cesar, y en masa, a escarmentar desproporcionadamente a los individuos que caen en desgracia por el motivo que sea, o que no se someten a las creencias `blindadas y sacrosantas de hoy´ (…).

“El mundo se ha llenado de `virtuosos´ afanosos por castigar en manada. Nunca a solas. Nunca a título individual. Se ha llenado de policías y sacerdotes vocacionales, cada uno con su lista particular de `delitos y pecados´ (…) Enemigos de la libertad, siempre los ha habido. Lo malo es que sean, como ahora, multitud”.

En otro texto, el que da nombre al libro: “Cuando los tontos mandan”, expresa: “La presión sobre la libertad de opinión se ha hecho inaguantable. Se miden tanto las palabras —no se vaya a ofender cualquier tonto ruidoso, o las legiones que de inmediato se le suman en las redes sociales- que casi nadie dice lo que piensa (…) Lo malo es que a los tontos de un signo se les puede oponer los tontos del signo contrario. (…) Debe de haber una gran porción de la ciudadanía harta de los tontos políticamente correctos, agobiada por ellos, y se ha rebelado contra la entronización de un tonto opuesto (…) Cuando se cede terreno a los tontos, se les presta atención y se les toma en serio; cuando éstos imponen sus necedades y mandan, el resultado suele ser la plena tontificación de la escena. A unos se les enfrentan otros, y la vida inteligente queda cohibida, arrinconada. Cuando ésta se acobarda, se retira, se hace a un lado, al final queda arrasada”.

Punto final

La diferencia entre seducir y acosar. El guapo, seduce. El feo, acosa