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El 14 de septiembre del 2021, publiqué en El Economista, una columna con el titulo “Colón cambia de rumbo” en la que traté el tema del retiro del monumento del descubridor —por una mera casualidad— de América, que fue desplazado de la emblemática Glorieta de Colón, en el año 2020, dos días antes que se celebrará el mal llamado “Día de la Raza”, con el argumento de que de no hacerlo así sería derribado por varios colectivos que a través de las redes sociales habían convocado a la marcha “Lo vamos a derribar”. También se dijo que el Monumento necesitaba una restauración.

Ambas cosas fueron un buen pretexto, para quitar de la avenida más simbólica de la capital de la República, la figura de un personaje cuyo imprevisto descubrimiento propició la conquista de México, por la cual el presidente López Obrador, había pedido al rey de España, que ofreciera una disculpa por los excesos de autoritarismo, el robo y el saqueo que hicieron los conquistadores en lo que hoy es México. También, de pasadita y como quien no quiere la cosa, criticó a las empresas españolas que durante el llamado periodo neoliberal “nos vieron como tierra de conquista y se dedicaron a saquearnos con el apoyo de autoridades mexicanas”. Al respecto pienso que no es posible soslayar la reciente compra de las 13 plantas de electricidad a Iberdrola, el 80% de los activos de una de las empresas “saqueadoras de la era neoliberal”. Con esta acción el mandatario mexicano que realizó una nueva nacionalización, mientras que la empresa española tiene la seguridad de haber hecho un gran negocio.

En la columna que cité al inicio de esta escribí: ¿Es Cristóbal Colón personaje de la historia de México? Directamente no. En ninguno se sus viajes tocó tierra de lo que hoy es México. Pero indirectamente claro que forma parte por la repercusión de su empresa, en el devenir de nuestra nación. Abrió la puerta de lo que después se llamó América, continente del que México forma parte, y que fuera conquistado y explotado por los españoles, a los que hoy el gobierno de la 4T exige perdón por el trato dado a los naturales de nuestro territorio. (Aunque los mexicanos de hoy y de siempre, durante 500 años, también hemos maltratado a los naturales —dueños— de nuestro territorio).

Pero la historia debe analizarse y juzgarse con el parámetro del momento de los acontecimientos, no con los instrumentos de cálculo de los años posteriores. El mestizaje, el idioma, la religión, la cultura, en fin, 500 años de historia que forjaron nuestra identidad nacional no pueden ser borrados con las vísceras. Hasta aquí mi autocita.

En un principio la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, estuvo de acuerdo con el retiro del multicitado monumento, en su opinión era “fundamental en la reconstrucción de la historia de nuestro país y también en la reivindicación de los pueblos originarios”. Posteriormente, su espíritu feminista le aconsejó que el sitio que la imagen del almirante genovés ocupó durante 143 años sirviera para exponer la reproducción de una efigie de origen huasteco, la Joven de Amajac, para darle visibilidad a una mujer representativa de los pueblos oriundos y “poner la figura femenina como protagonista de un pasado que le ha sido negado”.

Sin embargo, no todas las feministas están de acuerdo con lo que Claudia Sheinbaum —apellido de origen náhuatl— propone, el Frente Amplio de las Mujeres que Luchan, compuesto por activistas y madres de víctimas, quieren detener el proyecto de la Joven de Amajac, alegan que no desean un monumento impuesto que supla a la figura de una mujer con el puño izquierdo en alto que desde septiembre del 2021 preside la glorieta.

Mientras son peras o son manzanas —ambas frutas son femeninas— mañana en el Zócalo se presenta —con su ballet de espejitos— la cantante Rosalía, para darle visibilidad a la mujer (española).