Sabemos todos que el deporte favorito del primer Mandatario es el beisbol
Alguien dijo y miles lo hemos repetido que en política no existen las casualidades. Recurro a este lugar común en relación a lo sucedido el sábado 2 del presente mes, cuando en representación del presidente López Obrador, el secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, encabezó en Villa Hermosa, Tabasco, la reinauguración del estadio de beisbol “Centenario del 27 de Febrero” —inaugurado en 1964— que fue totalmente renovado por el gobierno federal con un costo de 276 millones de pesos.
La tardía nota deportiva ocupa el espacio de esta columna por su significancia política. Sabemos todos que el deporte favorito del primer Mandatario es el beisbol, más aún, el remozado estadio de la capital de Tabasco, el estado natal del Ejecutivo y de su secretario de Gobernación, exgobernador de dicha entidad, fue reconstruido a petición del inquilino de Palacio Nacional. Según reveló Adán Augusto en un acto de franqueza, siendo gobernador electo pensaba desaparecer al equipo, “porque le cuesta mucho dinero al estado”, más tardó en pronunciar su argumento que en recibir la instrucción del presidente: “ni se te ocurra venderlo”, enalteciendo, con esta frase, el federalismo que proclama que los estados de la república son libres y soberanos.
A partir de la orden presidencial, súbitamente, López Hernández recordó que él al igual que su paisano es fanático del Rey de los Deportes, al grado de declarar que para él “que ama, vive y disfruta el beisbol es la noche que más orgullo siento de representar al jefe de la Nación (…) con la entrega de este monumento tabasqueño al beisbol”.
Antes de proseguir con esta crónica de crónicas, debo decir que ésta ha sido elaborada con algunos datos de sendos reportajes, el de Beatriz Pereyra para la revista Proceso y el de Magaly publicado en el portal virtual La Chispa de Tabasco.
En el modernizado parque beisbolero que conservará su nombre que le fue dado para conmemorar los 100 años de la expulsión de las tropas francesas del territorio nacional, ahora jugarán los Olmecas de Tabasco, sobrenombre que sustituyó al de Plataneros.
Sin que se sepa la razón, el presidente no asistió al estreno de su entrañable obra, de haber acudido, él, a contracorriente de lo que se acostumbra en la apertura de un evento beisbolero donde la personalidad más relevante hace el lanzamiento inicial, hubiera cambiado el ritual: no picharía, sino batearía, su especialidad. Y aquí es donde la presencia de Adán Augusto tiene un simbolismo político, el secretario de Gobernación no lanzó la primera pelota, al contrario fungió como primer bateador, en mi opinión bateador designado por el macaneador de Macuspana. Y algo de mayor evidencia, el que despacha en Bucareli, cuando no está de gira proselitista, con el bat al hombro lució el jersey blanco con rayas verdes de los Olmecas y en la espalda el número ¡24!
Adán Augusto tuvo el honor de que le pichara, unas bolitas inocentes, el panameño Mariano Rivera, el pitcher relevista más grande de todos los tiempos —17 años con los Yanquis de NY—, mientras sus paisanos coreaban ¡presidente, presidente, presidente! Hasta el tercer lanzamiento pegó una línea. El gobernador tabasqueño Carlos Merino hizo el papel de cátcher y no llevaron a Ignacio Ovalle y sus muchachos de Segalmex porque se hubieran robado las bases.
Fue una noche de fiesta para la corcholata tabasqueña quien al develar la placa del modernizado estadio manifestó ante la complacencia del público: “Vamos a hacer campeones a los Olmecas de Tabasco. El año pasado no se pudo, pero este año habrá campeonato para Tabasco y ya no les digo el año próximo que vamos a volver a ser campeones” dijo en franca alusión a la elección presidencial. La ovación fue aclamadora.
Por cierto, esa noche Olmecas perdió frente a los Diablos Rojos de México 2-0.
Punto final
Como dijo el célebre pelotero, Yogi Berra (1925-2015): “Es muy difícil hacer predicciones, especialmente del futuro”.