No quiere López Obrador llegar al 6to Informe de Gobierno con la evidencia irrefutable de que su AIFA es un fracaso. Al final, no lo logrará y habrá que añadir una afectación mayor a la aviación comercial del país
Más de 135,000 vuelos afectados, que implica perjudicar a millones de personas que verán truncados sus planes de viaje, sus empleos, sus certezas. Todo porque el presidente Andrés Manuel López Obrador quiere que otros usen un aeropuerto que él no usa.
La única vez que López Obrador utilizó las instalaciones del aeropuerto de Santa Lucía fue realmente para tomar un vuelo de la Fuerza Aérea que despegó de la base militar que lleva ahí, en Zumpango, Estado de México, 70 años. Y si no usa el llamado AIFA es porque está lejos.
El manotazo que dio López Obrador para pretender obligar a pasajeros, trabajadores y aerolíneas para tener que usar su central avionera en Santa Lucía, con la cancelación de cientos de miles de operaciones en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México tiene que ver con su imposibilidad de aceptar un error.
La bola de nieve de la cancelación del nuevo aeropuerto en Texcoco va en esto, la cancelación arbitraria y unilateral de slots en el descuidado Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM).
La decisión de decidir desde el régimen los nuevos tiempos de uso del AICM, sin la participación de las líneas aéreas que sí forman parte de la Comisión de Horarios es un acto autoritario desesperado de final de sexenio.
No quiere López Obrador llegar al 6to Informe de Gobierno con la evidencia irrefutable de que su AIFA es un fracaso. Al final, no lo logrará y habrá que añadir una afectación mayor a la aviación comercial del país.
Pero esa misma fórmula del manotazo de final de sexenio está en marcha en otros de sus proyectos.
Recibe poca atención, pero la cantidad de expropiaciones y el dispendio de recursos que se destinan al Tren Maya no tienen otro propósito que evitar que en el año y 26 días que le quedan de mandato a López Obrador quede en evidencia el elefante blanco que es esa obra.
El manotazo dado a las operaciones del AICM es un acto desesperado al cierre de su administración ante el evidente fracaso del AIFA. Esa misma actitud la puede tomar en otros rubros donde tampoco hay los resultados esperados y el sector más vulnerable es el energético.
En el mundo de los otros datos de su 5to informe de Gobierno, López Obrador asegura que para finales de este año la refinería en Dos Bocas, Tabasco, habrá de producir 290,000 barriles diarios de gasolinas y que esto implicará que solo se importarán 250,000 barriles de esos combustibles durante el 2024.
Las cifras imaginadas por el Presidente están fuera de la realidad, pero forzar una producción puede tener riesgos industriales y ordenar por decreto cortar importaciones puede implicar peligros a la disponibilidad de combustibles suficientes en el país. Por eso, en su discurso político del viernes ya le puso el cascabel a la secretaria de Energía con aquello de “¿Así es, no Rocío?”
El cierre de sexenio pinta para medidas desesperadas y algunas pueden salir muy mal en ese intento de forzar resultados que siempre se supo que no llegarían.
López Obrador no quiere llegar al 6to Informe de Gobierno con la evidencia irrefutable de que su AIFA es un fracaso. Al final, no lo logrará y habrá que añadir una afectación mayor a la aviación comercial del país.