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Según el itinerario de la visita a nuestro país que realizará el sumo pontífice de la Iglesia católica entre los días 12 y 17 de febrero, será el sábado 13 el día que el visitante dedicará, afirman los enterados, a regañar a la jerarquía católica mexicana.

Ese día, a las 9.30 de la mañana, el papa Francisco se reunirá con el presidente Peña Nieto en Palacio Nacional. Será el único acto de participación estatal que genere la estancia del obispo de Roma en nuestro país, según informó el licenciado Humberto Roque Villanueva, subsecretario de Población, Migración y Asuntos Religiosos de la Secretaria de Gobernación (Segob). Habrá que estar muy al pendiente del subsecretario, no sea que en un rapto de entusiasmo provocado por la presencia de tan distinguido personaje haga la roqueseñal.

A las 11.30 de la mañana se atravesará —supongo que caminando- de Palacio Nacional a la Catedral Metropolitana, donde estarán esperándolo los obispos y arzobispos de México a los que el santo padre, a unos más y a otros menos, les dará un santo jalón de orejas.

Dos serán los motivos de la reprimenda papal. Uno, la falta de humildad en su vida; las comodidades, el confort, el lujo y la riqueza material con la que viven. Dos, los casos de abuso sexual infantil cometidos por miembros del clero católico y solapados por la jerarquía.

Un ejemplo: el padre Nicolás Aguilar Rivera, procesado en Tehuacán, Puebla, por abuso sexual contra, por lo menos, 60 niños, protegido por el cardenal Norberto Rivera Carrera, quien lo transfirió a Estados Unidos, donde bajo el resguardo del cardenal Roger Mahony, prosiguió con su repugnante inclinación y está acusado de 26 violaciones en Los Ángeles, California.

En San Luis Potosí, existen seis órdenes de aprehensión, giradas por jueces penales, en contra de igual número de clérigos acusados de abuso sexual con menores. La lista la encabeza el cura Eduardo Córdova Bautista, exrepresentante legal de la Arquidiócesis potosina. Otro sacerdote de la región, Javier Castillo Ríos, violó durante dos años a un menor al que le decía que eso “era parte de los sacrificios que debía aguantar si quería ser sacerdote”. En el penal de Pila, en la misma entidad potosina, hay dos sacerdote recluidos y sujetos a proceso por delitos sexuales: Guillermo Gil Torres y José de Jesús Cruz.

El sacerdote Gerardo Silvestre Hernández abusó, por lo menos, de 45 niños indígenas, fue acusado ante el obispo José Luis Chávez Botello, por siete curas más a los que después se unieron otros tres; Chávez Botello no hizo nada en contra de Gerardo Silvestre, al que le permitió durante más de tres años seguir con sus perversiones.

El exsacerdote Alberto Athié tiene más de dos décadas dedicado a auxiliar a las víctimas de los abusos sexuales de clérigos; él tiene la lista y los expedientes de los jerarcas católicos mexicanos enjuiciados por encubrimiento de pederastas. Además de los nombres ya aludidos, en la lista se encuentran Jesús Carlos Cabrero Romero, arzobispo de San Luis Potosí; Jonás Guerrero, obispo de Culiacán; Marcelino Hernández, obispo de Colima; y Raúl Vera, obispo de Saltillo, entre otros.

Athié manifiesta que al reconocer que no sólo hay sacerdotes pederastas sino, también, obispos que los protegen, el papa Francisco está considerando la necesidad de procesar a los jerarcas encubridores. Aquí tiene por donde empezar.

Un cuento

En abril del 2010, las acusaciones contra los curas pederastas estaban en su apogeo, por esos días el Vaticano se reconcilió con los Beatles, a los que 44 años antes había reprobado por su vida licenciosa y prohibido a los católicos escucharlos. En esa ocasión en esta columna publiqué el cuento que a continuación leerán ustedes.

Poncho tiene 11 años. Desde que hizo su primera comunión acostumbra confesarse y comulgar cada domingo: Ave María Purísima. Sin pecado concebido. Dime tus pecados. Me acuso padre que me gusta la música de los Beatles, esa que usted dijo el otro día que estaba prohibida por la Iglesia. ¡Claro que lo está! ¿Qué otro pecado has cometido? Ninguno. ¿No te has hecho tocamientos? ¿Tocamientos? Sí, tocado tus partes pecaminosas. No padre. Bueno, en penitencia reza un rosario y luego ve a la sacristía a verme.

Poncho entra a la sacristía y se santigua ante el Señor Crucificado que preside el recinto. Ahí lo espera ya sin sotana el padre Ramiro, cura párroco de la Iglesia de Santa Rita. ¿Para que quería verme? Ah, es que quiero que sepas cuáles son las partes pecaminosas de tu cuerpo. Y sin más, el sacerdote, le quita pantalón y calzón al sorprendido Poncho. Lo toquetea por delante y luego por detrás. Posa sus manos sobre sus asentaderas. Poncho está azorado. Le late el corazón a mil por hora. De reojo ve cómo el padre Ramiro, cura párroco de Santa Rita y pederasta, se baja el pantalón. Poncho siente detrás de él el pene erecto, tiene miedo y frente a él la imagen del Señor Crucificado, a quien se encomienda. El señor cura manipula su falo y lo apunta hacia el centro de las nalgas del niño que voltea hacía abajo y ve cómo un raro —para él— liquido blanco y lechoso cae sobre sus calzones. El Señor Crucificado ayudó a Poncho, que no fue penetrado por el padre Ramiro, cura párroco de Santa Rita, pederasta y eyaculador precoz.