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El miércoles que el llamado índice del miedo se disparaba casi 30% y que los mercados bursátiles se desplomaban como fichas de dominó, algunos con bajas de más de 4%, la pregunta era si estábamos en la antesala de un cambio de ciclo en la economía estadounidense.

Y si bien una golondrina de una baja como la de esta semana no hace un verano recesivo, sí habría la duda de si llegó el momento de una corrección en los índices bursátiles estadounidenses que han estado de fiesta durante mucho tiempo.

Todo parece quedar en una primera llamada, en una alerta ante el cúmulo de calamidades que sí pueden acabar por comprometer la salud de la economía de Estados Unidos y del mundo.

Lo más oneroso para el futuro económico de Estados Unidos es el castigo autoinfringido de la guerra comercial con China. La incertidumbre de conocer hasta dónde puede escalar este conflicto a la par de las presiones inflacionarias y el menor crecimiento derivado de los aranceles impuestos hace temer a los mercados que están sobreestimando la solidez estadounidense.

Evidentemente que la corrección en las expectativas de crecimiento del Producto Interno Bruto de Estados Unidos que recién dio a conocer el Fondo Monetario Internacional no es más que una consecuencia de esos temores.

Desde Europa también se advierten amenazas financieras importantes. El populismo está de moda y empieza a dejar estragos presupuestales. Italia es el caso más notorio por lo obsceno de los presupuestos planteados por el nuevo gobierno.

Pero los socialistas de España, que llegaron al poder con argucias legaloides, han presentado un paquete presupuestal que anticipa la reedición de una crisis fiscal en ese país y en no mucho tiempo.

Hay que sumar los altos precios del petróleo, que influyen en el consumo de combustibles y por lo tanto en la inflación. Y los niveles de pleno empleo se traspasan a las presiones salariales que también repercuten en los precios.

Hay que seguir también el posible pleito entre Donald Trump y su propio banco central. Desacreditar las decisiones de política monetaria de la Reserva Federal corre en contra de sus propios intereses, pero hay que ver quién se lo explica.

Lo bueno es que llegó un balde de agua fría para tranquilizar algunos de los temores del mercado. Una inflación al consumidor por debajo de lo que esperaba el mercado y un poco de hielo en el mercado laboral, con el aumento en las solicitudes de desempleo, le dan margen para que los mercados corrijan.

Habrá algunos mercados que sí deberán iniciar procesos de corrección y lo harán. Hay otros donde se tiene que moderar la euforia y quizá esperar a que los resultados económicos avalen los niveles alcanzados en el precio del as acciones. Pero por ahora no hay nada que tenga que ver con un cambio de ciclo. Esto, para buena suerte del mundo entero.

Pero nunca hay que perder de vista dónde estamos parados. Los territorios en los que Donald Trump es capaz de descomponer los equilibrios mundiales con un tuit deben ser pisados con mucho cuidado.