Elecciones 2024
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Uno de los mejores títulos de Charles Bukowsky,  aunque quizá no sea uno de sus libros mayores, dice:

El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco”. 

No conozco mejor frase para dibujar el indisciplinado desastre de una tripulación o… de un  gabinete presidencial.

En menos de dos años lo más recurrente en el equipo ejecutivo –ahora sacudido por el crudo y certero  diagnóstico de Víctor Manuel Toledo, desde la secretaría de Ecología–, es la pendencia; la división interna; la polarización de las fidelidades, la acomodaticia interpretación de la lealtad  y la divergencia en las posturas personales.

Total, un gabinete conflictivo y rijoso donde la cabra tira al monte y la bravura muerde a los de casa;  descoyuntado, sin homogeneidad ideológica (y por tanto sin ideología ni proyecto);  desajustado, sin vertebración institucional.

O para decirlo en una sola palabra: un desmadre.

Por eso se fue Carlos Urzúa, eso llevó a la renuncia al veleidoso Germán Martínez; por esos motivos  marchó  a la calle Asa Cristina Laurel y así se interpretó la salida de la primera secretaria de Ecología, Josefa González Blanco  cubierta con el pretexto de un  avión demorado por sus prisas.

Y ya ni hablar del diferendo frontal entre el secretario de Comunicaciones, Javier Jiménez Espriú con el jefe del Estado, su admirado paladín y efímero jefe.

Y en ese conflicto permanente,  la pieza menos congruente con un gabinete autodefinido como de izquierda, lleno de radicales, maoístas ecológicos y resentidos sociales, casi siempre aparece en el centro de la incordia, Alfonso Romo, jefe de una incongruente  oficina presidencial.

Eso se advierte  cuando un panista converso, como Germán Martínez, se queja públicamente de su conflicto de sus intereses en conflicto o Toledo le asesta un garrotazo analítico-ideológico a la Cuarta Transformación en abierta descalificación de la perniciosa influencia de Romo.

Pero más allá de la mutación de clase de este caballero incrustado en un gabinete donde no encaja ni por sus antecedentes ni por su incongruencia,  hoy hemos escuchado, algunos con estupor, otros con alegría,  la más descarnada crítica al dogma tetramórfico, jamás escuchada desde dentro  y posiblemente ni desde fuera.

El secretario de Ecología, Vítor Manuel Toledo, presente en el “Seminario Internacional Agroecosistemas: alimento, biodiversidad y resiliencia”, el cual a pesar de su rimbombante título servirá para untarlo en el Camembert, simplemente ha roto públicamente con el Presidente y con sus “compañeros” de Gabinete.

No se salvan ni Villalobos, el agrícola; ni Nahle la energética.

Toledo ha dicho:

“La Cuarta transformación no existe”. Como un moderno Nigromante populista negando a Dios.

Y si todo cuanto es la 4T, resulta contradictorio, confuso y conflictivos nadie esperaba  un diagnóstico así. Desde Guillermo Schulemburg, último abad de Guadalupe, quien negó la existencia de Juan Diego en las apariciones, con lo cual negaba el dogma, no conocíamos herejía de tales dimensiones.

¡La 4T no existe! ¿Y entonces? A poco nos han engañado.

“Lo que yo he vivido y he observado en estos 10 meses  –dijo Toledo, en algo más allá de la autocritica–, porque efectivamente la 4T, como tal, como un conjunto claro y acabado de objetivos, no existe, no existe… 

“…Este gobierno es un gobierno de contradicciones brutal, y toda nuestra visión que aquí la compartimos todos nosotros, no está para nada en el resto del gabinete y me temo que tampoco está en la cabeza del Presidente, hay que decirlo…” 

Pues más claro no canta un gallo ni parpa un ganso.

Las contradicciones brutales son cosa de  brutos, ¿no? Carecer de claridad en el conjunto político, sin lograr el acabado de sus objetivos, equivale a no tener objetivos ni rumbo. De ese tamaño es la declaración.

El señor Toledo, quien sustituyó a una señora de vuelo demorado, volará a rumiar frustraciones y sembrar huertas orgánicas para veganos, en las tierras de su desilusión, porque le espera (si no ha ocurrido ya), el más largo invierno de su vida.

“Ejemplos concretos –abundó  en su discurso de réquiem–,es que Alfonso Romo, que ha adquirido enorme centrabilidad (¿y eso?)y poder dentro del gobierno, dado por el presidente, es el operador principal para bloquear todo lo que efectivamente se ha dado en la línea de lo ambiental, de la transición energética, de la ecología, todo el tiempo…” 

Ese bloqueo sistemático del cual lo acusa (como de paso a Rocío Nahle), implica sólo una cosa:

Romo de acuerdo con esto sólo siembra su parcela.