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Si quieres que algo no se resuelva, crea un comité, dice el adagio. Si quieres que algo se vuelva opaco, mételo en un fideicomiso. ¿Por qué hablar de fideicomisos ahora? El esfuerzo de eficiencia del sector público que anunció el secretario de Hacienda no estará completo si no se incluye a los fideicomisos. En ellos hay recursos que equivalen a cuatro veces el monto de los recursos que se “recortarán”.

El gobierno federal tiene 482 mil millones de pesos en fideicomisos. Es demasiado dinero para tenerlo en una caja paralela. Tan pertenece a otro “universo” que ni siquiera se mencionaron en la exposición de Luis Videgaray, donde presentó el plan de reducción del gasto. Aclaro: no es que todos los fideicomisos se manejen mal, simplemente la opacidad no es la mejor forma de propiciar el uso eficiente. Además, es lógico que haya un margen de mejora en un universo tan grande.

Hay fideicomisos relacionados con casi cualquier tema: la infraestructura; la compra de equipo militar; las pensiones de adultos mayores; el mantenimiento de aeronaves de seguridad pública. Son 354 contratos de fideicomiso vigentes, con fondos que cuadruplican el presupuesto de Sedesol. Ahí hay oportunidades para mejorar.

Opacidad. Alguien podrá argumentar que la palabra es muy fuerte. Cada trimestre el Congreso recibe un informe sobre ellos. Incluye ingresos, egresos, saldo al final del ejercicio y otra información relacionada con el objeto del fideicomiso.

Esa práctica es transparente u opaca, dependiendo del color del cristal con que se mire. Si usted tiene preguntas específicas sobre un fideicomiso, puede ir al IFAI, ¿sabe cúal es la respuesta? La información está reservada por 12 años y está protegida por el secreto fiduciario. Son recursos públicos y son auditados cada año desde el 2009, pero no son transparentes. El secreto fiduciario actúa como una cortina o, abusando de una metáfora, funciona como un traje de baño: deja ver muchas cosas, pero tapa lo más interesante.

¿Qué es lo que queda en la zona de opacidad? No se tiene acceso al texto del contrato, ni a las reglas de operación. Tampoco a detalles relacionados con la operación económica. No existe posibilidad de evaluar el desempeño. Los comités técnicos están integrados únicamente por altos funcionarios, por ejemplo, subsecretarios y subalternos de ellos, que ocupan cargos equivalentes a titulares de unidad.

La evaluación del desempeño de un contrato de fideicomiso es una práctica normal en el sector privado. Se da por hecho que las personas que integran los comités técnicos están calificados profesionalmente, pero no se perdona la medición minuciosa de los resultados.

Revisar la forma en que operan los fideicomisos ofrece oportunidades al equipo del presidente Peña. En primer lugar porque estamos en un momento de emergencia: la caída de los precios del petróleo obliga a esfuerzos de austeridad y eficiencia.

De manera complementaria, el gobierno de Enrique Peña podría argumentar que el boom de los fideicomisos fue propiciado por los gobiernos panistas. Manejaban menos de 100 mil millones al final de la administración de Ernesto Zedillo. Cuando terminó Vicente Fox eran 220 mil millones. Felipe Calderón creó alrededor de 80 fideicomisos y llevó el total muy cerca de los 400 mil millones. Los fideicomisos son un Frankenstein que heredaron. ¿Será que ya se encariñaron con el monstruo?