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En la última edición de Sin Fronteras analizamos el tema de los estímulos fiscales sin precedentes implementados para amortiguar el golpe de la pandemia y evitar daños de largo plazo en la economía.

Aunque dichos estímulos son necesarios para cruzar el abismo creado por el alto total de la actividad económica durante varios meses y para evitar que la recesión se convierta en una depresión, su implementación también significa un deterioro en la salud de las finanzas públicas.

El fuerte incremento en los niveles de déficit público y de endeudamiento como porcentaje del PIB significan una trayectoria insostenible en estas variables, lo que hace indispensable que en el mediano plazo se implemente una reforma fiscal que aumente la recaudación y una considerable moderación en el ritmo de crecimiento del gasto público.

Esto podría generar un impacto negativo en la trayectoria de crecimiento económico de largo plazo. Aunque el consenso de expectativas más reciente publicado por el Wall Street Journal espera una contracción de 4.2% en el 2020 en la economía de EU, seguida de una recuperación de 4.0% en el 2021, las expectativas de crecimiento de largo plazo se están ajustando a la baja.

La Oficina del Presupuesto en el Congreso, Congressional Budget Office (CBO), recientemente publicó una revisión a sus pronósticos económicos. En éstos, el CBO espera que la razón de deuda a PIB alcance 195% para el 2050, casi el doble de la cifra al cierre del 2019 y considerablemente más alta que la última estimación para esa fecha de 150% publicada en junio del 2019.

Como mencionamos en la última edición de Sin Fronteras, al mercado parece tenerle sin cuidado el fuerte incremento en los niveles de déficit y endeudamiento por dos razones: i) la expectativa de que las tasas de interés se mantengan muy cerca de 0% en el mediano plazo (3 a 4 años); y ii) la percepción de que la alternativa de no incrementar el déficit y la deuda y no implementar estímulos fiscales hubiera creado una recesión multi-anual mayúscula.

Sin embargo, el CBO anticipa que en el futuro, la combinación de tasas de interés más altas, la necesidad de tomar medidas para evitar una crisis fiscal, y la fuerte caída en la inversión privada como resultado de la pandemia, tendrán un impacto duradero en términos de crecimiento económico futuro.

En concreto, el CBO redujo su estimado de crecimiento anual promedio del PIB para el periodo 2020-2050 de 1.85 a 1.6 por ciento. Dicha cifra contrasta con el crecimiento promedio de 2.5% observado durante los últimos 30 años.

Aunque las medidas fiscales tomadas por el gobierno de Estados Unidos han sido exitosas, la realidad es que la situación de las finanzas públicas no era la mejor cuando llegó la pandemia.

Vale la pena recordar que a finales del 2017, cuando la economía estadounidense se encontraba creciendo saludablemente y en pleno empleo, la administración Trump decidió empujar una reforma fiscal para reducir los impuestos.

Dicha reforma generó un mayor impulso al crecimiento económico, de manera temporal, pero causó un deterioro en las finanzas públicas y dejó menos espacio para poder implementar estímulos de manera contracíclica en el futuro.

Aunque la reforma fiscal contribuyó a aumentar la competitividad de las empresas estadounidenses, también puso el déficit en una trayectoria insostenible que se ha acelerado por la pandemia.