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Todo el mundo está convencido de que la economía de Estados Unidos se desacelerará considerablemente en el 2023. Sin embargo, aún hay un intenso debate sobre si la desaceleración se convertirá en recesión.

Los especialistas que anticipan una recesión apuntan a una serie de argumentos, bien fundamentados, que intentaremos resumir a continuación sin ningún orden en particular.

En primer lugar, los especialistas apuntan a un consumidor contra las cuerdas, afectado por el alza en los costos de la canasta de consumo detonado por las presiones inflacionarias y un menor ingreso disponible a raíz de los fuertes incrementos en las tasas de interés.

Hasta ahora, el consumo se ha mantenido saludable pero los consumidores han disminuido sus niveles de ahorro e incrementado sus niveles de endeudamiento.

De acuerdo con datos de la Fed, la tasa de ahorro personal en noviembre se ubicó en 2.4%, su nivel más bajo desde el 2005. Esto sucede después de un incremento histórico en la tasa de ahorro personal durante la pandemia cuando la gente recibía dinero del gobierno por estar en su casa y gastaba poco debido al confinamiento.

Estas tasas de ahorro que se ubicaron consistentemente por arriba de 15% entre la segunda mitad del 2020 y el cierre del 2021, son las más altas en la historia de Estados Unidos.

Esta situación permitió a los consumidores generar un guardadito considerable que han venido utilizando para absorber los incrementos en los precios de su canasta de consumo. Este guardadito también permitió a muchos consumidores no volver a la fuerza laboral al momento de la reapertura económica, lo cual generó un número de puestos de trabajo vacantes histórico.

Sin embargo, este guardadito se ha venido mermando y el nivel de endeudamiento de los hogares ha estado aumentando hasta alcanzar su tasa de crecimiento más acelerada en 15 años.

Esta situación apunta a un consumidor vulnerable y más dependiente de la situación del mercado laboral. Para algunos especialistas, ya hay sectores de la economía en recesión, incluyendo al de construcción de vivienda y el de manufacturas.

Por otro lado, la curva de tasas de interés en el mercado de bonos del Tesoro está invertida desde julio del año pasado, con un diferencial entre la tasa de 10 años y la de dos años que este mes ha oscilado entre 0.71 y 0.84%, su nivel más alto en más de una década.

Adicionalmente, el mercado de futuros de tasa está descontando una disminución de dos puntos porcentuales en la tasa de fondeo entre junio de este año y diciembre del 2024. Para que se dé un recorte de tasas de esta magnitud sería necesario que la inflación baje de manera estrepitosa y súbita, o que la economía entre en una clara recesión.

En contraste, los que abogan por un escenario de aterrizaje suave argumentan que el consumidor no se verá tan afectado por la situación del mercado laboral como en otras desaceleraciones.

Esta tesis está basada en que el sobrecalentamiento del mercado laboral de los últimos 18 meses no se ha traducido en contrataciones masivas sino en un gran número de vacantes que no han sido llenadas. En este contexto, la desaceleración económica debería resultar en una fuerte reducción en el número de vacantes disponibles, pero no en un gran número de despidos.

Asimismo, la tasa de desempleo no subiría mucho ante la disminución estructural en la tasa de participación de la fuerza laboral explicada por el envejecimiento de la población y la fuerte reducción en las cifras de migración legal.

En este contexto, la tesis del escenario de soft landing ha venido ganando adeptos. No obstante, el debate de si la Fed podrá calibrar su política monetaria logrando una reducción ágil y material en la inflación sin provocar una recesión seguirá dando de qué hablar en los próximos meses.