La mayoría de las empresas experimentaron una desaceleración considerablemente mayor a la esperada en el crecimiento de sus utilidades como consecuencia de presiones en costos y un menor crecimiento en sus ingresos
Segunda y última parte
En la última edición de Sin Fronteras analizamos los factores que contribuyeron al desempeño más débil en casi 15 años en los mercados financieros, tanto de renta variable como de renta fija.
En esa edición, concluimos que la pérdida de valor observada en prácticamente todas las clases de activos (con excepción de los activos relacionados con las materias primas energéticas) se debió principalmente a los crecientes, y después persistentes, niveles de inflación que obligaron a un endurecimiento inesperado en las políticas monetarias de los principales bancos centrales (alzas de tasas de interés y retiro de liquidez).
Asimismo, la mayoría de las empresas experimentaron una desaceleración considerablemente mayor a la esperada en el crecimiento de sus utilidades como consecuencia de presiones en costos y un menor crecimiento en sus ingresos.
La caída del 2022 de casi 20% en el S&P 500 contrasta con las proyecciones de principios de año de un alza de 8 por ciento. Sin embargo, esta alza consideraba que la tasa de interés de referencia de la Fed quedaría por debajo de 1% y no como cerró en 4.5 por ciento.
Asimismo, el mercado esperaba que la tasa de interés de referencia de largo plazo (la que paga el bono del Tesoro a 10 años) subiera de 1.8 a 2.5%, pero no a 3.9% como sucedió.
En este entorno, el mercado sufrió una contracción importante en los múltiplos de valuación y la caída de los índices accionarios estuvo principalmente relacionada a este factor.
El múltiplo Precio/Utilidad del S&P 500 bajó de un máximo de 24 a 16 veces, en línea con su promedio histórico. La contracción en los múltiplos indica que los inversionistas estuvieron dispuestos a pagar menos por las mismas empresas, reflejando una mayor aversión al riesgo.
Este incremento de la aversión al riesgo se explica principalmente por tres factores: i) el incremento en las tasas de interés de corto y largo plazos; ii) el retiro de liquidez por parte de los bancos centrales; y iii) la expectativa de que las tasas de interés de corto y largo plazos no bajarán de manera considerable en los próximos 12 meses.
En un escenario en el que la expansión de múltiplos se antoja complicada, el principal impulsor del S&P 500 tendría que ser el crecimiento en las utilidades de las empresas.
En este sentido, el consenso de mercado estima que las utilidades de las empresas que conforman el S&P 500 crecerán 5.5 por ciento. Dicho ritmo de crecimiento es menor al promedio de los últimos 10 años de 8.5% pero optimista tomando en cuenta que la economía podría entrar en recesión.
En este contexto, el consenso de mercado anticipa un nivel objetivo de cierre del S&P 500 para este año de 4,031 puntos. Esto implica un aumento de 4.5% contra el nivel de cierre del 2022 y de tan solo 2.6% contra el cierre de ayer miércoles.
El desempeño positivo de los mercados en lo que va de enero está, principalmente, relacionado con la expectativa de que la inflación acelerará su trayectoria de descenso permitiendo a la Fed concluir su ciclo de alzas en la tasa de fondeo en el corto plazo y en un nivel no muy lejano del actual –el mercado está descontando dos alzas más de un cuarto de punto cada una durante el primer trimestre.
Esta situación también ha contribuido a que la tasa del bono del Tesoro de largo plazo haya disminuido de 3.8 a 3.5% en lo que va del año, mientras que la tasa del bono a dos años ha bajado de 4.4 a 4.2 por ciento.
Los especialistas más optimistas apuntan a una meta en el rango de 4,200 a 4,400 puntos en el S&P. Estos niveles implican un incremento de 7 a 12% sobre el nivel actual.
Sin embargo, el mercado podría estar adelantándose un poco y despreciando algunos riesgos, entre los que destacan un recrudecimiento de la guerra en Ucrania; un nuevo incremento en los precios de las materias primas y por lo tanto de la inflación; un mayor nivel de tasas de interés de corto y largo plazos; una desaceleración económica más profunda a lo esperado; y la posible confrontación legislativa para elevar el techo de endeudamiento en Estados Unidos.