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La semana pasada fue una de turbulencia y pérdidas para los mercados.

El factor principal fue la quiebra del Sillicon Valley Bank (SVB), la segunda más grande en la historia de Estados Unidos después del colapso de Washington Mutual en el 2008.

Con la quiebra de SVB, el mercado inmediatamente comenzó a cuestionar si otros bancos regionales podrían correr la misma suerte, generando la percepción de riesgo a nivel sistémico.

A partir del anuncio de la quiebra de SVB, las autoridades regulatorias se vieron forzadas a intervenir otros dos bancos: Signature Bank y Silvergate Bank. Aunque estos bancos son mucho más pequeños que SVB, la percepción de riesgo sistémico comenzó a crecer como onda expansiva.

El índice accionario compuesto por los 145 principales bancos regionales de Estados Unidos se desplomó 25% y algunos bancos perdieron más de 50% de su valor en cuestión de días. Esta situación obligó a las autoridades financieras a tomar medidas decisivas para evitar una corrida de pánico en contra de los bancos regionales.

En términos simples, una corrida en contra de un banco significa el retiro masivo de depósitos por parte de sus ahorradores.

Dado que un banco es por naturaleza una institución apalancada –sus pasivos representan generalmente entre cinco y seis veces su capital– y que los depósitos suelen tener disponibilidad inmediata mientras que los préstamos e inversiones de los bancos suelen ser a plazos más largos, no hay banco que aguante el retiro masivo de sus depósitos por más sano y bien manejado que esté.

Para evitar estas corridas de pánico, el marco regulatorio incluye un seguro –provisto por Federal Deposit Insurance Corporation (FDIC)– a todos los ahorradores con una cuenta de depósito bancaria. Sin embargo, dicho seguro tiene un tope de 250,000 dólares por cuenta.

No obstante, en el caso de SVB, su base de clientes de depósito estaba muy concentrada en empresas (principalmente fondeadas con capital emprendedor que habían encontrado obstáculos en sus inicios para abrir cuentas en otros bancos).

De acuerdo con una nota publicada por Michael Cembalest, estratega de inversiones de la banca privada de J.P. Morgan, casi 90% de la base de depósitos de SVB estaba concentrada en clientes empresariales con cuentas grandes.

Es decir, el fondeo de SVB dependía de relativamente pocos clientes en comparación con otros bancos que tienen una gran cantidad de cuentas pequeñas de personas físicas. Adicionalmente, la mayoría de los saldos de estas cuentas excedían, por mucho, el monto asegurado por el FDIC.

Cuando SVB reveló que su portafolio de inversiones había sufrido severas minusvalías a causa de la fuerte alza en las tasas de interés y que necesitaría generar liquidez mediante la venta de parte este portafolio y una inyección de capital, muchos de sus clientes de depósito comenzaron a retirar su dinero, exacerbando la crisis de liquidez hasta convertirla en una de solvencia.

Para evitar una situación similar en otros bancos, las autoridades financieras anunciaron el domingo por la noche que el seguro del FDIC cubrirá a todos los clientes de depósito del SVB, y otros bancos, por la totalidad de sus saldos de depósito en caso de quiebra.

De esta manera, las autoridades financieras están rescatando a los ahorradores, pero no así a los accionistas y acreedores no garantizados de SVB y los otros bancos, que perderán toda su inversión.

Este rescate a los ahorradores era necesario para reducir el riesgo de contagio a otros bancos regionales. Claramente, la quiebra de SVB se precipitó por una crisis de liquidez generada por el deterioro en su portafolio de inversiones y el retiro masivo de dinero por parte de sus depositantes.

Sin embargo, hubo otros factores claves y muy particulares a SBV como: (I) una base de fondeo muy concentrada en pocos clientes (empresas tecnológicas muy jóvenes); (II) un ratio muy alto entre sus depósitos y su cartera de crédito más inversiones; (III) un portafolio de inversiones en activos de duración larga, expuesto a minusvalías en un escenario de alzas en las tasas de interés.

Aunque el caso particular de SVB es especial, deja en evidencia el impacto negativo que el actual ciclo de alzas está generando y la vulnerabilidad de algunos bancos regionales.

Ante esta situación de endurecimiento en las condiciones financieras, las apuestas del mercado en cuanto al siguiente movimiento de la Fed cambiaron drásticamente en cuestión de días.

La probabilidad implícita en el mercado de futuros para un alza de medio punto para el anuncio del 22 de marzo disminuyó de 40 a 0% mientras que la probabilidad de un aumento de un cuarto de punto subió de 60 a 68 por ciento. Adicionalmente, la probabilidad de que la Fed deje la tasa sin cambios subió de 0 a 32 por ciento.