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El martes de esta semana se publicaron los datos más recientes de inflación en Estados Unidos.

Los precios en enero aumentaron 0.5% con respecto a diciembre, con lo cual la inflación, en términos anuales, disminuyó de 6.5 a 6.4%, por arriba del consenso de expectativas de 6.2 por ciento.

En el caso del componente subyacente, el aumento fue de 0.4%, con lo que la inflación subyacente en términos anuales se redujo de 5.7 a 5.6%, ligeramente por arriba de la expectativa de mercado de 5.5 por ciento.

La inflación general, en términos anuales, lleva siete meses consecutivos bajando después de alcanzar un pico de 9.1% en junio del año pasado, mientras que la subyacente marca cuatro meses consecutivos a la baja después de tocar un máximo de 6.6% en septiembre.

Aunque las cifras de enero confirmaron la trayectoria descendiente para ambos indicadores, el ritmo de descenso está empezando a encontrar más resistencia a lo esperado. No obstante, las expectativas de mercado siguen incorporando un rápido descenso de la inflación.

De acuerdo con la encuesta trimestral de especialistas más reciente, publicada por la Fed de Filadelfia el 10 de febrero, la expectativa de inflación para el cierre del 2023 es de 3.3 por ciento. Adicionalmente, la expectativa de inflación promedio de mediano plazo, es decir para el periodo 2023-27, se ubica en 2.5 por ciento.

Resulta curioso que la inflación esperada a mediano plazo es apenas tres décimas de punto superior a la expectativa de 2.2% que se tenía antes de la llegada de la pandemia. La opinión de este columnista coincide con la de los especialistas que consideran estas expectativas como optimistas.

Aunque hay elementos para esperar un descenso rápido de la inflación en los próximos meses, el progreso podría comenzar a encontrar resistencia una vez que la inflación alcance un nivel cercano a 4 por ciento.

El siguiente paso, para que la inflación disminuya a un rango por debajo de 3%, podría enfrentar vientos en contra debido a una serie de factores fundamentales.

El primero de estos factores es el de la desglobalización, que en la práctica toma forma como una regionalización de las cadenas de suministro. Después de la pandemia y del enfriamiento entre las relaciones China-Estados Unidos, el comercio internacional ha comenzado a migrar de cadenas de suministro de bajo costo y just-in-time a cadenas de suministro más cercanas y con un enfoque de just-in-case.

Este ajuste en el modelo de suministro de bienes a nivel global hacia cadenas de suministro más confiables dejará atrás los grandes beneficios deflacionarios que trajo la era de globalización que hemos vivido desde que China entró a la OMC a principios del Siglo XXI.

En segundo lugar, la transición hacia un mayor consumo de energías más limpias y una menor producción de energías fósiles tendrá un costo temporal importante, especialmente mientras el cambio tecnológico no permita un almacenamiento más eficiente para las energías renovables.

En tercer lugar, la disminución en la inmigración y el envejecimiento de la población en Estados Unidos está generando un mercado laboral en pleno empleo y una escasez de trabajadores no vista en décadas, especialmente en el sector servicios. Después de más de una década de estancamiento en los salarios promedio, esta situación se ha traducido en un incremento constante que podría prevalecer.

Finalmente, las tensiones geopolíticas (por ejemplo, la guerra entre Rusia y Ucrania o el enfriamiento de la relación entre China y Estados Unidos) introducen un componente adicional de incertidumbre y de posibles choques de oferta. Estos factores podrían dificultar la tarea de la Fed para alcanzar la meta de inflación de 2% sin generar una recesión para lograrlo.

En este contexto, hay especialistas que han comenzado a flotar la idea de que la Fed debería adoptar un nuevo objetivo de inflación más compatible con esta nueva realidad, el cual podría estar alrededor de 3 por ciento.

Independientemente de si la Fed decide cambiar su objetivo, o no, lo que sí podemos hacer es despedirnos del periodo prolongado de más de una década con las tasas de interés de referencia en niveles cercanos a cero.