Elecciones 2024
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Desde marzo del año pasado que la Fed comenzó a subir la tasa de interés agresivamente, la probabilidad de recesión en Estados Unidos, de acuerdo con la encuesta trimestral de economistas levantada por el Wall Street Journal, comenzó a incrementarse considerablemente.

La probabilidad de recesión, de acuerdo con el consenso de estimados, pasó de un mínimo post-pandemia de 12% en julio del 2021, a un máximo de 63% en octubre del 2022. Dicho nivel, se mantuvo prácticamente estable hasta marzo de este año cuándo el consenso se ubicó en 61 por ciento.

Sin embargo, de entonces a la fecha, la fortaleza de la actividad económica y del mercado laboral han generado un cambio importante en las expectativas de los especialistas.

Primero vimos una disminución en la encuesta de marzo de este año a 54% y, en la encuesta de octubre, publicada la semana pasada, la probabilidad bajó a 48 por ciento. Esta es la primera vez que el consenso asigna una probabilidad de recesión inferior a 50% desde julio del 2022.

Juzgando por estos datos y el comportamiento de los principales mercados accionarios en Estados Unidos, sería fácil llegar a la conclusión de que la Fed va bien encaminada a lograr su objetivo de reducir la inflación sin generar una recesión, es decir el famoso soft landing o aterrizaje suave.

Inclusive, hay quienes argumentan que estamos ante un escenario de no landing, en el cual la Fed está logrando bajar la inflación sin ni siquiera provocar una desaceleración.

Ahora que por primera vez en casi dos años parece descartado el escenario de hard landing, es decir aquel en el que solamente se logra combatir la inflación con una recesión, es importante adoptar una visión de mediano plazo.

Es cierto que la recesión que se pronosticó en el 2022 para el 2023 no se materializó y que los especialistas están convergiendo hacia un escenario en el que la recesión tampoco llega en el 2024. Adicionalmente, es cierto que la Fed ha logrado bajar la inflación considerablemente desde los máximos de junio del 2022.

Sin embargo, podríamos estar ante una situación en la que la recesión más cantada de la historia simplemente se ha pospuesto. La recesión del 2023 no se materializó en gran medida porque, a pesar de un endurecimiento sin precedentes en la política monetaria (en términos de magnitud de incrementos en la tasa de fondeo para un periodo tan corto), la política fiscal ha sido muy expansiva.

El déficit fiscal más reciente es equivalente a 9% del PIB, una cifra inédita para una economía estadounidense en expansión.

Por ahora, la magnitud del estímulo fiscal ha avasallado al impacto restrictivo de la política monetaria. Sin embargo, el impacto de la restricción monetaria en la economía, que normalmente se materializa con un rezago, se empieza a sentir.

Las tasas de interés de los créditos al consumo (tarjetas, automotriz, préstamos personales) y los créditos hipotecarios están en sus niveles más altos en casi dos décadas. Aunque muchos hogares obtuvieron sus hipotecas a largo plazo a tasa fija a niveles históricamente bajos y no son afectados por el alza en la tasa de créditos hipotecarios, no se puede decir lo mismo de sus tarjetas de crédito y sus créditos personales.

Asimismo, las empresas, que típicamente se endeudan a tasa variable, también están sintiendo el incremento en los costos de financiamiento.

Por otro lado, las grandes reservas de ahorro que los hogares acumularon durante la pandemia se han venido acabando. Los ahorros en exceso (excess savings) de las clases bajas y medias se han acabado y mantener sus niveles de consumo, ante las presiones inflacionarias, implica endeudamiento nuevo a tasas de interés muy altas.

A pesar de esto, el mercado laboral sigue en pleno empleo y la inflación en servicios baja muy lentamente.

Para algunos especialistas, la única manera para lograr que la inflación subyacente baje de los niveles actuales entre 3 y 4% hacia la meta de 2% es con una recesión. La Fed parece estar consciente de que, en el contexto actual, será necesario mantener las tasas de interés altas hasta ver mayores avances en el frente inflacionario y esto podría ser hasta la segunda mitad del 2024.

Si adicionalmente consideramos el impacto del alza en las tasas de largo plazo y las consecuencias de esto en el sistema financiero, no debiéramos sorprendernos si hay una re-edición de los problemas de liquidez de algunos bancos regionales que usaron su exceso de liquidez entre el 2020 y el 2022 para comprar bonos del Tesoro a largo plazo que hoy están en sus balances con minusvalías muy importantes.

Aunque el consenso de mercado es que no habrá recesión en el 2024, la llegada de la resaca podría darse en el 2025.