En esencia, la crisis bancaria podría estar ayudando a la Fed en su lucha contra la inflación al contribuir a un menor dinamismo de la actividad económica
La quiebra de tres bancos en Estados Unidos y la caída en el valor de las acciones de los principales bancos regionales de ese país han detonado una crisis de confianza y liquidez en el sector financiero de Estados Unidos.
Esta crisis ha requerido la intervención de las autoridades financieras y de la Fed para evitar que dicha crisis de confianza genere un problema sistémico. Por un lado, las autoridades financieras han eliminado el tope de monto asegurado por cuenta de depósito (de 250,000 dólares) en las instituciones intervenidas y han hecho el compromiso de aplicar la misma medida, en caso de ser requerido, para otros bancos.
Adicionalmente, la Fed ha actuado como lo debe hacer un banco central, es decir, como proveedor de liquidez para el sistema bancario, abriendo una ventana de financiamiento para garantizar liquidez a los bancos –aceptando como colateral bonos del Tesoro y bonos hipotecarios con su valor original de emisión y no su valor actual de mercado.
Estos eventos tienen múltiples implicaciones para la política monetaria y los mercados.
Una crisis bancaria puede tener un impacto significativo en el otorgamiento de crédito y en la política monetaria, especialmente en un entorno de alta inflación.
Es importante señalar que la crisis bancaria actual está más relacionada con un problema de liquidez generado por decisiones de inversión de las tesorerías de algunos bancos en instrumentos de largo plazo y no con un problema de préstamos incobrables.
No obstante, uno de los principales efectos de una crisis bancaria es que los bancos se vuelven más reacios a otorgar crédito. Esto se debe a que los bancos tienen menos liquidez disponible para prestar y pueden ser más cautelosos en su gestión de riesgos.
Además, los bancos también pueden tener que aumentar sus reservas de capital para cubrir las minusvalías de sus inversiones en instrumentos financieros de largo plazo, lo que puede reducir aún más la cantidad de crédito disponible.
Normalmente, el banco central podría contener el daño al crédito otorgando liquidez y recortando las tasas de interés. Sin embargo, en un entorno de alta inflación como el actual, se queda sin poder usar su principal herramienta de política monetaria para enfrentar esta situación: el recorte de tasas.
Es por eso que la Fed ha enfocado sus baterías en actuar como proveedor de liquidez. Algunos observadores han interpretado las medidas de liquidez de la Fed como el reinicio del Quantitative Easing (QE) o programa de expansión monetaria cuantitativa que perduró durante gran parte de la última década y media y que muchos culpan de impulsar la gran racha alcista de los mercados entre el 2010 y el 2021.
Sin embargo, otros observadores argumentan que las medidas implementadas por la Fed son simplemente para prevenir un riesgo sistémico y un congelamiento en el otorgamiento del crédito, más no suficientes para evitar una desaceleración tangible.
A diferencia de los programas previos de QE, las medidas temporales implementadas por la Fed hasta ahora, no garantizan que la liquidez creada fluya de los balances de los bancos a la economía o los mercados.
En esta ocasión, la Fed está prestando dinero a los bancos y no comprando instrumentos financieros en el mercado.
En este sentido, la misma Fed ha reconocido que a pesar de sus esfuerzos, espera un endurecimiento de las condiciones crediticias para las familias y las empresas, contribuyendo una desaceleración en la actividad económica en general, con consecuencias potenciales para el mercado laboral y la inflación.
En esencia, la crisis bancaria podría estar ayudando a la Fed en su lucha contra la inflación al contribuir a un menor dinamismo de la actividad económica.
El mercado de renta fija parece estar de acuerdo ya que los futuros de tasas incorporan recortes en la tasa de Fed Funds para la segunda mitad del año y las tasas de los bonos de corto y largo plazos han disminuido considerablemente en el mercado secundario.
Lo que no concuerda del todo con esta narrativa es el rebote en los mercados accionarios de las últimas dos semanas, el cual podría estar más ligado a la interpretación de que estamos ante el inicio de un nuevo programa de estímulos cuantitativos por parte de la Fed.