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El Brexit era una posibilidad seria y no una burbuja que estallaría en contacto con las urnas. Los apostadores se equivocaron, esta vez.

1. Los argumentos económicos no bastan. En contra de la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea se pronunciaron 10 premios Nobel de Economía, instituciones como el FMI, la Reserva Federal, la OCDE y el propio Banco Central de Inglaterra. Explicaron que el Brexit costaría entre 2 y 6% del PIB en los próximos 10 años; que los ingresos de cada hogar caerían 6,000 libras esterlinas anuales y que habría riesgo para 3 millones de empleos que dependen directamente de la relación comercial con la Unión Europea. Más allá de controversias sobre la confiabilidad de los pronósticos sobre el desempeño económico, la mayoría de los británicos decidieron que en la balanza otras cosas pesaban más que la economía.

2. Cuando en una campaña se ponen a competir las razones contra las emociones, no apuesten en contra del corazón. Los argumentos cerebrales estaban del lado del 
Remain; las emociones más fuertes, con el Exit, sus partidarios sentían que estaban haciendo historia al retar al sistema de poder global.

3. El Brexit es parte de un drama que pertenece a un escenario más grande que la economía: el modelo de gobernanza europeo está en crisis. Hay una molestia creciente por la forma en que se toman decisiones sobre lo que es relevante al interior de cada país. Sería muy simplista pintar a los que impulsaron el 
Brexit como nacionalistas fanáticos. La ruptura es también expresión de una molestia generalizada ante la incapacidad de respuesta de las instituciones europeas a demandas locales.

4. Los británicos son excéntricos y más de un experto ha tratado de explicar el 
Brexit como un ejemplo de esa excentricidad. Es verdad que Gran Bretaña fue el país que más condiciones puso y obtuvo para entrar a la UE. Es verdad que ese país siempre hizo valer su carácter insular frente a la Europa continental. Por desgracia para la Unión Europea, el porcentaje de los ciudadanos que expresan el deseo de que su país salga de la UE es mayor a 40% en Francia, Italia, Grecia y Holanda, entre otros países.

5. El nacionalismo está de vuelta o la globalización está en crisis. Más allá de Europa, vemos el auge de Putin en Rusia y la emergencia de Trump como un contendiente en Estados Unidos. El nacionalismo implica una preocupación creciente por cuestiones relacionadas con la identidad propia y la desconfianza en los otros. En la década 30 del siglo pasado, el auge del nacionalismo provocó los movimientos fascistas. No tiene por qué ser igual ahora.

6. La campaña de miedo al Brexit que impulsó el primer ministro Cameron tendrá grandes efectos en las próximas semanas y quizá más allá. Tantas veces dijo Cameron que el Brexit traería una cascada de desgracias que le resultará muy difícil llamar a la calma. Una parte de sus pronósticos se convertirá en una profecía que se autocumple. La salida de la Gran Bretaña de la UE es gravísima, pero una parte de los efectos que producirá tienen que ver con la calidad de respuesta de los líderes. Cameron fue un propagandista histérico en contra del Brexit. Si se mantiene en su cargo, deberá ser un líder ecuánime para conducir el barco británico en la tormenta.

7. No echen la culpa a las encuestas. La mayoría de nosotros fuimos incapaces de leer el mensaje que empezaron a mandar desde hace un mes: el Brexit era una posibilidad seria y no una burbuja que estallaría en contacto con las urnas. Los apostadores se equivocaron, esta vez.

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